Pues bien, luego de una activa publicidad, el martes 13 de mayo de 1913, a las ocho de la
noche, y bajo un torrencial aguacero propio de la época, se inauguró el teatro La Avellaneda.
Que es el edificio construido en una de las esquinas de las calles de ese mismo nombre y la
antigua Estrada Palma, hoy Ignacio Agramonte.
El terreno sobre el que se levantó el inmenso edificio, se encuentra al fondo de la iglesia de
Nuestra Señora de la Soledad, que data por lo menos desde el medio día del siglo XVIII. Con
anterioridad radicó allí una plaza donde se montó a un extremo una especiede valla techada,
retablo o entablado donde se ofrecieron algunasobras y ferias, casi hasta los finales del siglo
XIX
Sin embargo ya ese espacio tenia mala fama, pues se sabía que a la construcción de la
iglesia siguió el del cementerio de la misma, levantado alli por ser un lugar alto y alejado de las
tierras bajas que estaban frente a la iglesia y donde de antiguo existió una
laguna.
En los inicios del siglo XX un próspero comerciante de apellido Guarch, propietario de una
fábrica de velas y otros negocios menores, compró el solar a muy bajo precio con la idea de
dedicarlo al negocio teatral. O sea, que iba a mejorar la valla y darle forma oficial de teatro.
Este Guarch tenia la fábrica en la quinta La Norma, también de su propiedad orillada al rio
Hatibonico, al centro este de la ciudad, quinta que con el tiempo se convirtió en el actual
reparto La Norma.
Aquel fue en realidad un teatro monumental para la época, superado solo por el añoso
Principal, pero más moderno en su concepción como teatro de variedades teatrales. Tal ve
algo así como el Alhambra, algo burlesco. En definitiva chocó con la reticencia de los
lugareños quienes por demás consignan en su rancio patrimonio cultural el nombre de La
Avellaneda..
Por la época de la inauguración del teatro, si bien se hablaba mucho de la maravilla del cine el
país, que por entonces era silente, se conocía poco, aunque no es de dudar que Guarch,
agencioso según la historia, sumara la proyección de películas en el edificio que a la postre,
y contra todos sus cálculos le dejó al borde de la ruina.
.
Entoncesy según las crónicas de la poca, en el día de la inauguración, para darle mayor
lucimiento, el Ayuntamiento ordenósuspender otros programas culturales en la ciudad, entre
estos un baile en La Popular y las funciones del teatro Principal. La prensa dijo que “Fue el
espectáculo más extraordinario y sorprendente que ha presenciado Camagüey en
muchos años….”.
.En realidad lo fue porque incluso el programa de inauguración,donde hubo oradores, copas
de champán y discursos, fue acompañado por una función lírico – literaria, organizada por
artistas camagüeyanos que finalizó con el Himno Glorioso a la Tula, cantado por 26 jóvenes de
la ciudad.
El teatro tenía capacidad para 800 personas en la primera planta, así como diez palcos; una
segunda planta y sobre ésta la cazuela o “gallinero” donde asistían personas que, a bajo
precio, podían disfrutar igualmente de las funciones. Un relieve con el rostro de la poetisa
coronaba el edificio y por su magnifica acústica el escenario fue uno de los mejores del país.
Por la Avellaneda pasaron muchas de las mejores compañías teatrales y líricas nacionales e
internacionales que visitaron la ciudad, reportando a la vez un notable impulso a la cultura local .
Sin embargo, el 26 de diciembre de 1926 unas velas prendieron las cortinas del escenario y
en poco tiempo, envuelto en llamas, el edificio se derrumbó sin que nada pudiera rescatarse,
ncluyendo aquella partitura del Himno a La Avellaneda del que jamás volvió a saberse.
Fue por esa época que comenzaron a circular versiones, pues era de suponer que como fue
levantado sobre el viejo cementerio estaba “salao”. Otras coincidencias se sumaron a
esa leyenda. Por ejemplo, que fue inaugurado un día 13 del año 1913, quemándose 13 años
después. Pero además, corrió la versión del fuego intencional por el aquello del seguro.
En realidad Guarch no había asegurado el teatro ni los bienes que tenia, por lo que quedó materialmente en la ruina.
Los escombros del edificio fueron abandonados hasta 1927 ,en que Alberto Mola, empresario
entonces dedicado al negocio de las proyecciones cinematográficas, espacio donde la iba
bien dado el auge que iba tomando la cinematografía.
Este empresario fue quien monopolizó prácticamente esa industria de la proyección en la
provincia. Además con los años estableció una cadena de cines, donde se insertaron las
salas delSocial, Apolo, Encanto, Principal y Alkazar. algunos de estos entre los más
importantes del pais.
Lo primero que hizo Mola, muy habil para el negocio de los espectáculos, fue alquilar una
carpa de circo y en el Casino Campestre, con el nombre de Avellaneda, ofreció programas
teatrales, mientras iba recaudando dinero para la reconstrucción del edificio.
En 1927 ya estaba en pie el nuevo teatro, donde se ofrecieron largas temporadas de zarzuela española, así como obras del teatro vernáculo. Por esas tablas desfilaron famosos artistas como Esperanza Iris, Arquímedes Pous y Ramón Espigul.
Claro que Mola no pudo levantar solo el Avellaneda.Tuvo que asociarse con la entonces firma
de Proyecciones de Películas Santos y Artigas, quien convirtió al cine – teatro, en un local uy
moderno. Dotándolo de proyectores y pantalla y haciéndole perder su encanto teatral que ya n
volvió a recuperar.
A pesar de esa popularidad como cine, con el tiempo la enorme estructura del Avellaneda se
fue deteriorando. Ya a finales de la década de 1950 era un cine de tercera y luego de 1960 se
hizo un intento de revitalizar ese espacio, convirtiéndolo en cine Pionero, dedicado a películas
infantiles, pero eso no prosperó y finalmente cerró y así estuvio por años, aunque prestando
servicios ocasionales a las artes.
Dada su ubicación en el centro histórico de la ciudad, existen proyectos ya en ejecución por
parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, a fin de darle nueva presencia
y uso a esa sala como parte de la cultural local, rescatando una obra cuyahistoria se en cuentra
vinculada a los recuerdos de muchas generaciones lugareñas.