Según
la historia a mediados de 1853, un esclavo de la hacienda El
Infierno, situada en el flanco sur de la Sierra de Cubitas, no lejos
de los Cangilones del río Máximo, y propiedad de Don Pedro
Rodríguez Socarrás, descubrió casualmente, no lejos de la cueva de
San Antonio un estrecho boquete escondido en la manigua por el que
lanzó una antorcha tratando de hacer luz en el interior de la
abertura quedando atemorizado por el inmenso salón que vio debajo,
corrió a intercomunicar la noticia a su amo.
Personado
en el .lugar, Don Pedro, que era un hombre de luces, hizo ampliar el
boquete y en compañía de otro esclavo bajó por una cuerda hasta el
piso de la sala iniciando un recorrido a medias, pues la cueva se
extendía tanto que tuvo el sentido común de no dejarse arrebatar
por el entusiasmo y regresó sobre sus pasos para preparar una nueva
y mejor exploración.