En
realidad, al decir de los poetas, nadie sabe cuando se pierde lo
perdido. Hace muy poco, en medio de una agradable charla entre
colegas y mientras arañábamos historietas alguien me recordó que
en alguna parte yo debía de tener un álbum de autógrafos.
La
pequeña libreta con multicolores hojas se utilizaba en mis tiempos
de estudiantes para lo mismo que hoy se maneja con soltura el correo
electrónico, con la diferencia que entonces era algo intimo y
personal y hoy esa comunicación es absolutamente publica y
descaradamente colectiva.
Como
en esencia el autógrafo es
un documento escrito totalmente a mano y firmado por su autor
dedicado a un admirador, nosotros mismos nos la dábamos de
fans convirtiendo en famosos a nuestros compañeros de aula al
pedirle su rubrica.