Y por fin llego el fin de año. Concluyó.
Se fueron a bolina 365 días a pesar de todos nuestros planes, proyectos, aspiraciones, esperanzas, sueños.
Ni nos dimos cuenta porque en estos tiempos de cibernética las cosas pasan en un abrir y cerrar de ojos. Para nosotros los camagüeyanos nos parece que fue ayer la Semana de la Cultura en febrero y aun tenemos en los oídos los repiques del San Juan.
Los festejos de fin de año se han tornado bulliciosos, antes quedaba en la reunión hogareña con luces de colores y el olor a lechón asado. Eso es nostalgia mitad familiar y mitad gastronómica. Y por supuesto que no podía faltar el cubo de aguas para la calle a las doce de la noche con las puertas abiertas para que salga lo malo. Aunque por estos tiempos se corre el riesgo que por la ventana abierta entre el malo y nos lleve lo bueno.
Diciembre tiene final de tango, en especial si dependemos solo de un salario y contamos con familia. Cuesta abajo con ilusiones perdidas. Gardel sabía de lo que estaba hablando. porque pocas veces se cumple lo que nos hemos propuesto.
Después viene lo peor. Remontar enero ya es una obra maestra de las matemáticas. Porque si fuera solo las tarjetas de felicitaciones, la noche buena del 24 o el año nuevo del 31. Pero es que están los regalitos del intercambio. Los amigos que nos invitan. La familia que llega. Los platicos para la celebración del centro de trabajo.
Las calles se engalanan con la alegría de muchos, especialmente de los comerciantes que por esos días nos parecen más amables. Nos sonríen y hasta se atreven a dar las gracias. En realidad es una especie de limpieza espiritual para pagar las deudas que tienen con nosotros a lo largo del año.
En Camagüey esta es una época en que las familias se reunen en comidas de cooperativa. Cada uno pone lo suyo. En alguna parte siempre esta la anciana que asegura que un día dará la sorpresa, porque este será su último año. Total que ya ha enterrado a siete miembros de la familia y a juzgar por lo que come aun le queda energía para otros siete.
Cuando la gastronomía criolla comenzó a ofrecer cenas en plazas y restaurantes, ya los encuentros familiares fueron mermando. Es más practico irse a cenar a la calle a que se nos llene la casa de gente.Algunos de ellos primos de quienes ni nos acordamos o amigos pesados que nunca se emborrachan pero que esa noche hacen el papelazo.
Aun bailamos con los musicales de fin de año que nos pasa la radio o la televisión en una mezcla de área de fiesta, lechón asado y congrí
Pero primero tenemos que aguantar el espacio de la telenovela. Hasta esa hora no se mueve nadie. Cuando aparecieron estos novelones idiotizados para vergüenza de los escritores serios ya la familia tuvo el pretexto para no visitarse. Nadie quiere perderse un capitulo de lo que todos sabemos que va a pasar.
En cada novela siempre está el hombre que tiene una esposa y una amante o una esposa que tiene varios amantes. Los malos que siempre son muy malos lo ven, lo saben y lo escuchan todo desde detrás de una puerta. Total que luego de 120 capítulos de sufrimiento todo se descubre, termina y expira, en una sola noche.
Por eso es que uno se da cuenta que argentinos, colombianos, brasileños o cubanos a juzgar por los guionistas, tienen los iguales adulterios, esposas infieles y funcionarios corruptos.
Con estos días de fin de año estamos como de feria permanente. Aunque en verdad, pensándolo bien, las calles inundadas de personas nos hacen sospechar que el país se ha paralizado porque no parece que nadie este trabajando. En realidad no están trabajando.
Hay como una secreta felicidad de haber llegado al final del año y, lo mejor, que vamos a comenzar uno nuevo. Con las iguales aspiraciones y defraudes que el anterior. Eso nunca falla.
El cubano vive estos días siempre con la esperanza que le irá mejor. Nosotros siempre cree que nos va a ir mejor . Ha de ser porque tenemos un gen inmunológico contra lo negativo, la tristeza y la derrota. Somos tan optimistas como pocos, por eso gastamos lo que tenemos y lo que no tenemos.
Por eso vamos hacia cada año nuevo, ascendiendo la cuesta de enero con la esperanza de que dios aprieta, pero no ahoga. Aunque a veces se le va la mano.