Numerosas sombras acompañan las
historia lugareñas del Camagüey. Muchas desdibujan tristes figuras
que dejaron huellas y memorias en las calles y zaguanes. Anécdotas y
recuerdos en alguna esquina que tal vez alguna crónica recogió. De
pocas se conoce sus nombres o desde dónde llegaron y a dónde
fueron. Qué esperanzas tuvieron o cómo vivieron.
El primero en los recuerdos del viejo
Puerto del Príncipe es El rey de los matojos, negro viejo de
blanca barba patriarcal, solemne y altivo. Siempre vestido de casaca
llevando un libro en una mano y un bastón en la otra. Solitario
recorría silencioso nuestras más antiguas calles sin saber nadie de
donde llegaba o a dónde iba. Llegadas las fiestas del San Juan era
el obligado acompañante de la reina de la plazoleta de Triana a la
que por muchos años acompaño sin que nadie le cuestionara ese
privilegio dado no se sabe por quién o cuándo.
La señora Cleofás hay era
otra cosa, Dura anciana que tenia una escuela de instrucción
primaria en el callejón del Príncipe, actual Goyo Benítez, y que
según ella misma decía, “enseñaba a la camagaüeyana” . No se
recuerda muchacho díscolo o rebelde que no temblara de miedo cuando
se le amenazaba, sino corregía su conducta, con enviarlo a la
escuela de la señora Cleofás, donde los coscorrones y la varilla
andaban a la orden del día.