En
una ciudad como la nuestra con cinco siglos de historia, no solo la
arquitectura forma parte de su identidad, también hay sitios que de
alguna forma se identifican con esta o aquella época, o el conjunto
de determinada generación cualquiera que sea el siglo que le tocara
vivir.
Tenemos
como ejemplo a la mano la portada de Carrasco, lugar que llegó a
tener cierta fama, pues ya desde el siglo XVII se convirtió en
Santa María del Puerto del Príncipe en sinónimo de despilfarro.
Esa
fue una obra mandada a construir por el Ayuntamiento de la villa para
levantar una especie de portón custodiado como punto de entrada o
salida de la población por el camino hacia la costa sur.
Ese
era el camino de La Cachaza y hoy forma parte de carretera que lleva
al municipio de Vertientes.
Pues
bien, el lugar estaba situado justo a orillas del río Tínima. Para
la edificación se construyó una fábrica para elaborar ladrillos y
tejas aprovechando la proximidad del río y la magnifica utilidad de
la arcilla en el mismo sitio donde estaría el portón, lugar
conocido desde entonces como tejar de Carrasco, barro y aguas el que
a pesar de los siglos se siguen utilizando por los numerosos tejares
que se levantan en esa parte de nuestra ciudad.
En
esa portada se gastó muchísimo dinero y hubo presupuestos que
pasaron de uno a otro bolsillo sin que se llegara a colocar un
ladrillo en el muro y sin que la portada concluyera jamas. Tanto
fue así que cuando se pensaba que la obra estaba a punto de
concluir, esta se derrumbó y ya no se volvió a hablar más del
asunto, a no ser como irónica alusión al derroche.
Los
caminos del Buey de Oro, del Ganado, del Guayabo y Pineda tuvieron
connotación en la ciudad, pues eran las vías principales por donde
se conducía el ganado trasladado de uno a otro extremo del
territorio sin entrar a la población. Aun existen los trazos de
algunos de ellos perdidos en la urbanización que moderniza la
ciudad, pero otros quedan circunvalando la población por los
repartos Garrido, Versalles, Guernica, Buenos Aires y La Mosca.
De
más acá, en Villamariana, tenemos el célebre parque de Los Chivos
del que hemos hablado en más de una oportunidad.
Es
natural que con una ciudad levantada entre ríos, el número de
puentes fuera elevado, en Camagüey son aun bien conocidos un buen
numero de ellos, pero muy conocidos son los puentes “extramuros”
del Guareao y Salvaje, ambos sobre el arroyo La Carbonera; el primero
en la carretera a Santa Cruz del Sur y el otro en el camino del
Jagüey. El de La Fundición al otro lado de la ciudad sobre el
Tínima en el ca mino que por el norte lleva al caserío de Cabeza de
Vaca cruzando sobre la pequeña loma de Salambó, lugar donde está
la finca La Griselda, aquella donde en una oportunidad tuvo lugar
una especie ver sión camagüeyana de la fiesta del Guatao.
Qué
juventud del reparto La Vigía y Villamariana no conoció, allá por
la década de 1950 el río Tamarindo, y las excursiones a la finca
La Caridad del Cerro, loma situada en los limites de la población
donde alguna vez, durante la colonia existió una torre para señales
heliográficas, pero que cubierta literalmente de marañones y
mangos, era la delicia de excursiones de fin de semana de numerosas
familias que por el módico precio de cinco centavos, podía entrar y
disfrutar de los frutales, pero eso si, sin llevarse ninguna del
lugar.
También
estaba el Club Atlético Bernabé de Varona, en los alrededores del
Casino Campestre, con su inmenso bungalow de madera y áreas
deportivas donde se daban cita numerosos jóvenes lugareños, lugar
donde por coincidencia de la historia hoy se levanta la sala
polivalente Rafael Fortún
Mas
acá, por el camino de Nuevitas, estaba la Caja de Agua orillada al
río Hatibonico. Lugar donde las locomotoras de vapor llenaban sus
calderas antes de emprender viaje.
Eduardo: Como siempre me encantan tus comentarios y reflexiones sobre nuestro querido
ResponderEliminarCamagüey, Varias vece he reroducido tus escritos en mi página Web (por supuesto que escribo la fuente). Un saludo, Bertha