Velorios a la criolla




 
Una costumbre camagüeyana llegada desde no se sabe cuando a nuestra forma de expresión es afincar con un ¡Ángela María!, cualquier afirmación de alto vuelo. Lo que viene a ser lo que para otros es; ¡En efecto! o !Justo!, o sea, siempre entre signos de admiración para reforzar su valía. 

Una costumbre camagüeyana llegada desde no se sabe cuando a nuestra forma de expresión es afincar con un ¡Ángela María!, cualquier afirmación de alto vuelo. Lo que viene a ser lo que para otros es; ¡En efecto! o !Justo!, o sea, siempre entre signos de admiración para reforzar su valía. 

De entre las añejas costumbres lugareñas aun recordamos algunas, como el de hacer visitas, el paseo por las calles del comercio y la siesta del medio día.

Noticias anacrónicas


He estado sacando cuentas de los temas que con cada sección abordamos, casi todos ellos referidos a sucesos públicos, personajes y personalidades de nuestro entorno.  Por supuesto que la temática es inagotable.

Pero no siempre nuestras historias lugareñas tratan de personas y hechos puntuales. Hay sucesos cotidianos que en alguna forma siempre nos ofrecen una imagen de la época en que sucedieron. Algunos de estas ocurrencias hoy nos parecen increíbles, o tal vez, humorísticas, pero para entonces, para cuando sucedieron, eran perfectamente normales y los atestados de la policía, las actas en el cuerpo de guardia del hospital general y las páginas de los periódicos se encuentran llenas de estos ejemplos.

El submarino Camagüey



¿Puede usted imaginar que alguna vez en nuestra ciudad, a pesar de estar alejada de las costas y en medio de extensas llanuras, hubo personas que se las ingeniaron pasta dotar a Camagüey de un submarino?

Cuando en el 1914 el entonces imperio alemán comenzó a extender su dominio sobre el resto de Europa estalló la I Guerra Mundial. Desde un principio Alemania tuvo en cuenta que era necesario cortar todos los suministros que pudieran llegar de América y por eso, cuando el primer submarino germano hundió un mercante en medio del Atlántico, el mundo comprendió que se iniciaba un nuevo capitulo en el libro de la historia militar. 
  
Por acá la prensa sensacionalista se encargó de hacer su oficio, lo que unido a la novelería humana, sembró el pánico en numerosos países. Fue una especie de histeria colectiva, como sucedió hace poco con los platillos violadores.

En Cuba incluso se llegó a ofrecer una recompensa de mil pesos para la persona que diera información cierta sobre la presencia de sumergibles en nuestras aguas, mientras que los periódicos publicaban día a día un parte señalando los lugares donde se habías visto a esas embarcaciones.

Entonces fue cuando se le encendió la chispa a algún acólito del entonces Presidente de la República, Mario García Menocal, ¿No estaba acaso Cuba involucrada en una guerra?, ¿No teníamos kilómetros de costas para proteger?