Apuntes del ferrocarril principeño

Luego de visitar Europa y conocer  de cerca los progresos y posibilidades que se abrían con el ferrocarril, Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño, logró  en 1828 que el ingeniero inglés Charles Hampder, radicado en New York, viniera a Puerto Príncipe  con el fin de hacer un proyecto destinado a la construcción  de una línea férrea desde nuestra ciudad al puerto de Nuevitas.

Entre ese año y el siguiente el ingeniero realizó las inspecciones al terreno considerándolo apto para la empresa, acometiéndose la obra  y dando inicio el proyecto del primer ferrocarril de Cuba y de América Latina.


El 26 de noviembre de 1836 Betancourt Cisneros solicitó de manera oficial  al Capitán General de la Isla, Don Miguel Tacón, el permiso para la construcción del ferrocarril y el 10 de enero de 1837, le fue concedido ese derecho a perpetuidad, constituyéndose la Compañía de Hierro entre Puerto Príncipe y Nuevitas, destinando el Ayuntamiento a los reclusos del presidio urbano para los trabajos del ferrocarril.

En ese propio año tuvieron los empresario la idea de organizar para las fiestas del San Juan una comparsa en la cual, vestidos como trabajadores, llevaron las traviesas, los raíles, los carros y una locomotora, todo de manera y a pequeña escala, armando el aparato de trecho en trecho a lo largo de la calle Real a fin de que el pueblo pudiera tener de manera precisa la imagen de un ferrocarril que no conocían y que muchos ni imaginaban siquiera.

El mismo Capitán General para facilitar la construcción proyectada, autorizó la habilitación como puerto de cabotaje a la bahía de Mayanabo, ordenándose la construcción de un muelle para facilitar la descarga de los materiales del ferrocarril.

Finalmente, el 20 de diciembre de 1842 llegaron  a Nuevitas desde New York Gaspar Betancourt y el ingeniero Benjamín Wrigth con la primera locomotora, dos carros de carga, uno de pasaje y cincuenta operarios maquinistas.

Con los fondos iniciales, la compañía proyectaba la construcción de 50 millas, pero para el siguiente año solo habían podido realizar seis, además de otras once ya con terraplenes y dos más en las que se habían abierto las trochas con una inversión  total de 185 188 pesos.

Las seis millas locales se localizaban partiendo desde la ensenada del Guincho hasta el ingenio de Bernardo Sánchez; las otras once alistas llegaban a Santa Catalina.

Conseguido el dinero que faltaba con la venta de numerosas acciones, en abril de 1844 los trabajos se redoblaron y el 10 de mayo de 1846 se celebró un  baile en el paradero de O´Donnell, en Sabana Nueva, cosa de cuatro kilómetros de Puerto Príncipe por los primeros 69 kilómetros ya listos para entrar en funciones.

La vía, diseñada con un ancho de 1.60 entre raíles, constituía un caso único pues la hacia una de las más anchas del mundo.

La Compañía llegó a tener once locomotoras, las cuales, además de su numeración, fueron denominadas El Lugareño, La Félix, La Avellaneda, América, Cuba, Habana, Colón, Camagüey, Centenario, Libertad  y República. Por supuesto que ello no agradó a las autoridades pues, como se observa, ni una sola hace alusión a España.

Los coches de pasajeros eran de primera, segunda y tercera clase; había trenes ordinarios o de obligación, los lunes, miércoles y viernes, los demás días eran extraordinarios. No fue si no hasta 1857 que la Compañía  completó los 73 kilómetros de su proyecto original.

Contó esa vía con 57 puentes y alcantarillas y nueve estaciones; la de Puerto Príncipe fue denominada San José, pero el público le denomino del Andén; el espacio situado frente a esta estación local se popularizó como las Plaza del Vapor , que es el actual parque Finlay.

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