Conmemora Camagüey su 506 aniversario y la
bruma del pueblo viejo dispersa sobre calles silenciosas y tejas de
barro la somnolencia de un medio día de aldea mediterránea,
orgullosa de historias y leyendas, convertida en ciudad a galope de
siglos. .
Como en Santa María del Puerto del
Príncipe llego la imprenta en el amanecer del siglo XIX, primero
debió ser la leyenda y luego la historia escrita. La de las crónicas
del Lugareño en las paginas de El
Fanal:, los relatos en el
Aguinaldo Camagüeyano
de Francisco Agüero, “El Solitario”: Sofía Estévez en prosa de
nostalgias en El
Cefiro y
muchos mas que tal vez sin proponerlo acopiaron para hoy andares e
imágenes de plazuelas, personajes y sombras en tránsito entre lo
real e irreal de zaguanes, esquinas y ecos en penumbras.
Lo primero de la ciudad vieja las leyendas
en caravana. Por el Pozo de Gracia ha deambular el pirata Laffite
simulando lastima con sus muletas. El aura blanca se posa sobre la
capilla del padre Valencia, celoso guardián de la mítica cruz de
sal mientras el indio bravo se refugia en las cinco esquinas del
Ángel esquivando la procesión del santo sepulcro. Del otro lado,
bajando por la calle de Desengaño, la casona solariega de Vasco
Porcayo y su corte de indias. Y maravilla de maravillas, en las
puertas del Liceo se reúnen José chiquito, el negro Bayoyo y Juan
de Las Corcovadas. Verdad o mentira? . Historia cierta o leyenda en
fabula?. Qué de esta Santa María del Puerto del Príncipe, que al
cabo es ciudad sin puerto y sin príncipe?. De dónde salieron estas
páginas que a nosotros llegan en asombro?.
Miremos de frente a la vida cierta y la
muerte incierta de Dolores Rondón para tratar de desentrañar estos
misterios de leyenda y realidad. Tal vez la mas populosa fabula
lugareña. Solo Camagüey fue capaz de cobijar esta realidad irreal.
La Rondón que dejó huellas en el barrio del Cristo. Que no tiene
tumba pero si epitafio.
Tal vez todo comenzó en la calle Hospital,
entre Cristo y San Luis Beltrán, en a barriada del Cristo, donde
nació a inicios de la primera parte del siglo XIX Dolores Rans
Rondón, hija del catalán Vicente Rans, acomodado comerciante. Poco
se sabe sin embargo de la madre, a no ser que era una mulata de
apellido Rondón.
Como Dolores fue hija extra matrimonial de
Don Vicente, esta fue inscrita y bautizada utilizando solo el
apellido de la madre según la costumbre de la apoca. La joven creció
en el barrio del Cristo, en medio de una vecindad constituida en su
mayoría por negros y mulatos, trabajadores unos y esclavos libertos
otros, pero gente muy unida, alegre y brava.
De la muchacha vivió enamorado un vecino
del barrio, el mulato Juan de Moya y Escobar, barbera con
instrucción, aficionado a la poesía y con autorización para
ejercer la medicina, sacar muelas y aplicar sanguijuela, cosa
entonces muy de moda. Por lo que se dice, ambos sostuvieron
relaciones, pero finalmente Dolores, tal vez influenciada por su
padre que deseaba asegurarle un buen futuro, se casó con un oficial
del Ejército Español, quien le doblaba la edad, viajando ambos a
España, pero Dolores enviudo a los pocos meses y regresó a Puerto
del Principie. No existen pruebas de que aquí haya llevado una vida
licenciosa como comentan algunos, pero sí que el luto que le debía
al esposo no fue muy riguroso.
Hay en esta historia algunas cuestiones
oscuras, por ejemplo, existe un documento de 1852 por el cual Joaquín
de Moya Suñé le otorga una herencia a Dolores y a una hija de esta
que a la vez es su ahijada. ¿Quién es esta persona y porqué deja
herencia a Dolores y a su hija?. Será acaso hija del barbero Juan de
Moya quien cuando Dolores quedó literalmente en la miseria les
amparó y cubrió sus necesidades?
Finalmente en 1862 durante una feroz
epidemia de viruela que azoto la ciudad, Dolores fue una de las miles
de víctimas de esa enfermedad y fue Juan de Moya quien cuido a
Dolores hasta su muerte lo que sucedió cuando ella tendría apenas
30 años de edad.
Luego, según crónicas, el enamorado
poeta redacto unos versos, los escribió sobre una tabla que coloco
junto a la tumba.
“Aquí Dolores Rondón finalizo su
carrera. \ Ven mortal y considera,\ las grandezas cuales son: .\ el
orgullo y presunción, \ la opulencia y el poder, \ todo llega a
fenecer, \ pues solo se inmortaliza \ el mal que se economiza \ y
bien que se puede hacer”
En 1933 el alcalde de la ciudad, Pedro
García Agrenot, mandó a construir un pequeño obelisco allí donde
se dice enterrada Dolores e hizo esculpir en mármol la poesía y
ordeno mantener flores todos los días sobre la lápida, costumbre
que ha sobrevivido por años.
Hasta aquí la historia aparentemente
oficial.
Desde
este punto en lo adelante la historia se complica. Los años no pasan
por gusto y muchas paginas fueron voladas Unas se perdieron y de
otras se dieron diferentes versiones, pero lo cierto es que en la
iglesia del Cristo, que pertenece a la barriada de ese nombre y que
es donde Dolores debió ser bautizada, hay un acta en el libro de
negros, no de mulatos, donde menciona a una tal Dolores Rondón y a
sus padres, dos negros libertos. Tampoco aparece el documento del
matrimonio de Dolores con el militar español, cosa que debió ser
connotada en la época, por lo que parece que ese matrimonio no
existió y mucho menos que ella viajara a España.
Hay mucho
mas en las sombras, por ejemplo, no es seguro que haya muerto en la
epidemia de aquellos años, pues el acta de defunción no se ha
hallado hasta ahora. Solo aparece una persona con el nombre de
Dolores Rondón en el libro de defunciones de blancos. ¿Quien es
esta Dolores Rondón blanca de la que no existen otros datos?. Porque
ademas, de haber muerto
durante
la epidemia su cadáver, y como sucedía en estos casos, seria
enterrado en fosa común a fin de impedir la propagación del mal,
por lo que nunca se ha sabido dónde fue enterrada en realidad, así‘
que lo que se conoce como la tumba de Dolores Rondón no guarda
cadáver alguno, sino que es solo en un obelisco levantado a su
memoria y a la leyenda que se comenzó a tejer en torno a esta mujer
.Y finalmente, de todos los personajes de esta historia el único
que existió en realidad fue el barbero Juan de Moya, desdichadamente
muerto en la manigua durante la guerra de independencia del 1868
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