A
propósito del Día del Idioma, siempre hay algo que decir
El
23
de abril
se celebra el
Día
Mundial del Idioma
Español
en honor al escritor Miguel de Cervantes Saavedra, quien murió el 23
de abril
del año 1616 y cuya novela "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de
la Mancha" está considerada la obra cumbre de la lengua
española.
Es
bien probable que pocos países como Cuba aprovechen en su hablar
todas las posibilidades que le ofrece el idioma en su comunicación
cotidiana y aun lo enriquezca con palabras tomadas aquí y allá de
otros idiomas. Lo interesante, digo yo, es que mientras la lengua
cervantina se mantiene incorrupta, los aportes populares, a veces
ingeniosos, a veces chabacanos aparecen, se transforman o
desaparecen aunque algunos quedan como arcaicos recuerdos en el museo
del gracejo criollo.
Hace
poco escuche conversar en una cafetería a dos amigos que se referían
a cierto problema familiar del que uno de ellos fue testigo. Para
explicar la situación este le dijo al otro que allí se había
formado un tremendo “billí– billó”. o sea, un enredo o una
polémica a la que en el siglo XIX se le decía “cascabrunca” y
mas acá “tángana”, o tal vez ”pelotera”. ¿Y cómo
ejemplifica el cubano aquel discurso inacabable o la conversación
tediosa, como no sea diciendo que aquello fue una “descarga” o un
“tao-tao” aunque puede decir, de manera mas expresiva, que
aquella charla resultó ser una “muela”
Y
dígame usted si en algún otro idioma existe una frase tan
contundente para señalar que algo estuvo o está sumamente difícil,
como aquella de que la cosa está de “tranca”. Las personas en
Cuba no se desmayan ni pierden el conocimiento, sino que les da un
“perendeque”, mientras que el individuo falso y ladino es un
“fuácata” y la dama ligera de cascos una “pirusa”.
El
mentiroso “mete líneas”, el ente alocado es un “sánciro”, o
está “quéndi”, tener hambre es estar “fachao”, pero cometer
un robo es un “fácho”. Irse a dormir es “emparrillarse” y
aquel que pudo salir ileso del accidente lo hizo no por casualidad,
sino por un “quíquiri”. Antes a la persona dada a la vida
licenciosa sin oficio ni beneficio se le calificaba tal vez de
bohemio o calavera, hoy es un ”tarambana” mientras que el ente
de pocas luces a quien calificábamos de incapaz, ahora resulta un
“totomoyo”, un “boniato”, o peor aun porque podría
calificarse de “ceboruco”..
Decimos
“!Pá su escopeta!” cuando algo nos sorprende y “anjá” para
afirmar alguna cosa, pero “ser de anjá” es la persona difícil,
problemática o tal vez valiente. El “pajuato” es el individuo
bobalicón y buena gente mientras que el adulador puede ser “guataca”
o “chicharrón”. “Calandraca” es la persona sin meritos o
abandonado de su persona, aunque también puede ser un “aura”
La
mujer se “emperifolla” cuando se viste elegante, pero si ella
misma se enfada, entonces forma un “berrinche”, porque se cansó
de que la cogieran para el trajín y se le llenó la cachimba e
tierra, despotricando de Ana y sus hermanas”, lo que en buen
español significa que la antedicha dama se cansó de que al parecer
se hablaba mal de ella, estalló y habló cuanto quiso de todo el
mundo.
En
Camagüey, de donde se dice habla un buen español, tenemos en
nuestro patrimonio lengüístico, en el ya clásico “abúr”,
para las despedidas, mientras el medieval “!Ángela María!”
era como decir, ”!Eso es!”. Denominamos ”faino”, al sujeto
lerdo Pero de todas estas voces lugareñas que han pervivido y
mantenido su expresión para expresar sorpresa o admiración, nada
como esta expresión legítimamente lugareña; “!Cojóyo!”
Frases
que van y vienen batidas por épocas y circunstancias, influenciadas
por el habla cotidiana que desde la calle interpreta hechos, califica
momentos y en un absoluto poder de síntesis e interpretación,
populariza escenas cotidianas. que de alguna forma pasan al ejercicio
del idioma, porque en definitiva el español es solo una conjunción
de pueblos y dialectos que en el curso de milenios forjó nuestro
hermoso idioma hecho, ,parece, a retazos.
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