El
2 de diciembre de 1920 y patrocinado por numerosas casas comerciales
de la ciudad, la prensa local lanzó una convocatoria para celebrar
la más extraordinaria fiesta de la juventud realizada hasta
entonces, con escenario en los terrenos del estadio de pelota situado
a un extremo del Casino Campestre.
La
copiosa propaganda convocaba a todos los buenos bailadores a lo nunca
visto, a una competencias de resistencia con magníficos regalos
para los ganadores y también, quien sabe, contratos para
presentarse en cabarets y teatros del país y el extranjero. Aquello
era lo máximo.
Por
entonces el récord de resistencia nacional entre los hombres, decían
los periódicos, que era de 70 horas continuas de baila y 35 para
las mujeres.
Pues
bien, con un escenario de por medio en el centro del terreno
deportivo y numerosas parejas inscriptas llegadas desde todos los
barrios de la ciudad, ese jueves 2 de diciembre el publico lleno
completamente el estadio, no solo para animar a los bailadores de su
preferencias, sino también para disfrutar de alguna de nuestras
mejores orquestas asi como de los populares cantantes Emilio Varona,
Justo Sánchez y Emilio Castillo, situados entonces en la cima con
sus guarachas, boleros y danzones.
Aunque
los bailadores fueron muchos, lo cierto es que a las pocas horas solo
quedaba en la pista seis o siete parejas. Ya para entonces se había
retirado una buena parte del publico, quedando solo familiares y
amigos de los bailadores, así como los músicos que se iban
relevando por el aquello de mantener el ritmo y cuya variedad iba
desde corridos mexicanos al charleston, pasando por sambas, polkas,
valses mazurcas, danzonetes, congas, tangos, en fin...
Imaginen
que aquello duro tres días seguidos bajo agua, sol y sereno con un
publico que iba y venia curioso, pero aburridos de ver siempre lo
mismo. De vez en vez camilleros sacaban a uno que otro desfallecido
sin que por ello se interrumpiera el baile, porque así también
comían, bebían y hasta se cambiaban de ropa. Luego de 70 horas y
vencido ya el récord nacional, el joven Francisco Pons Hernández
continuo bailando por algún tiempo mas hasta que al fin a las 76
horas y media, obligado por sus familiares se vio precisado a
abandonara la competencia no sin antes, “hacer
un derroche de energías, y pidiendo al pianistas que tocara un
charleston, lo bailo y fue muy aplaudido por el numeroso publico.
Luego de esa demostración Pons tuvo que ser conducido de inmediato a
la clínica Ignacio Agramonte en el automóvil chapa 27031, manejado
por el chofer Miguel Ángel Durán. En la clínica el Dr, Justo Lamar
Roura atendió al joven bailador determinando que permaneciera en ese
lugar hasta que se recuperara y, en profundo gesto de
desprendimiento, que ha sido muy celebrado, el Dr. Roura dijo que no
le cobraría nada por la atención y el tiempo que dure la estancia”.
Mientras,
y pasadas las 40 horas, tras vencer el récord nacional femenino, fue
también sacada de la competencias por sus familiares y amigos la
joven Ana Glorias Carlos, pero en realidad la campeona nacional
resulto ser la camagüeyana Maria Sánchez Hidalgo, con 43 horas y
media en continuo baile.
Una
de las notas mas extraordinarias de aquella única y memorable
competencias de baile de resistencia, lo fue la presencias del
denominado “Campeón mundial” Donato Sánchez Mejías, cuyo
récord de 100 horas nunca fue batido. Según las crónicas
periodísticas, “dio
muestras de caballerosidad y sportmanchip alentando y aconsejando a
los participantes y, sin dejar de bailar aplicó masajes a aquellos
que lo necesitaban”.
Finalmente el día 26, y ya con 90 horas de baile “el
campeóbn mundial de baile de resistencias pidió un charleston. El
que bailó a toda máquina, luego de vestir de boxeador hizo una
demostración de boxeo con el púgil “Relámpago sagüero”,
después continuo bailando hasta las doce de la noche, momento en que
se venció el plazo de las cien horas. Y entonces, sin dejar de
basilar, se traslado en un camión hasta el teatro Estrada Palma
donde continuo bailando 24 horas mas"
Los
regalos de las tiendas comerciales fueron entregados al siguiente día
en otro gran show publicitario en ese mismo teatro, actual cine
Encanto, pero que se recuerde no hubo ninguna firma de contrato a
los ganadores para ir a bailar a otra parte. De todas formas aquel
“Para bailar” quedó en las crónicas de la ciudad y con
seguridad e por mucho tiempo en las memoria de los jóvenes de la
época.
Del
“Campeón mundial” les diré que tan pronto termino la actuación
y puesto de acuerdo con los promotores del espectáculo, recogió lo
que le correspondía en las ganancias y se marcho hacia Santiago de
Cuba donde tenia programado otro espectáculo similar, porque ese era
el oficio del joven buscavidas, sacar partido de sus magnificas
condiciones físicas. Todo un atletas sin duda alguna.
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