Paginas de autógrafo




En realidad, al decir de los poetas, nadie sabe cuando se pierde lo perdido. Hace muy poco, en medio de una agradable charla entre colegas y mientras arañábamos historietas alguien me recordó que en alguna parte yo debía de tener un álbum de autógrafos.
La pequeña libreta con multicolores hojas se utilizaba en mis tiempos de estudiantes para lo mismo que hoy se maneja con soltura el correo electrónico, con la diferencia que entonces era algo intimo y personal y hoy esa comunicación es absolutamente publica y descaradamente colectiva.
Como en esencia el autógrafo es un documento escrito totalmente a mano y firmado por su autor dedicado a un admirador, nosotros mismos nos la dábamos de fans convirtiendo en famosos a nuestros compañeros de aula al pedirle su rubrica.
 
Así que el álbum nos servía para coleccionar firmas, dedicatorias, saludos y cuantas cosas se nos ocurriera para la posteridad. ingenua forma de certificar amistades y cariños con aspiraciones de hacerlas eternas. Por eso apenas iniciadas las clases las libretas circulaban por las aulas y los pasillos de la escuela a la caza de amistades, novias y medio novias para que nos dejaran un pensamiento, una dedicatoria, una propuesta, cualquier cosa calzada con la firma y la fecha.
Cuando dejé esos años guarde mi álbum bajo siete llaves y como casi siempre sucede, tanto lo guardé que lo perdí en algunos de mis avatares de rosas y espinas.
En verdad adoro haber vivido mi juventud en esa época de romántico picuísmo contemporáneo, con poesías melosas de Buesa y la música de fondo de Tejedor y Daniel Santos donde todo era güiro, tarro pegado y que murmuren, que me importa que murmuren y lo que diga la gente. Al menos nos dio una filosofía sobre la vida y la dimensión de una sociedad que al cabo terminamos por cambiar para bien.
Mi época fue la de noviecita sin maldad. En el único refugio que nos daba la matinee del domingo en el cine. Con chaperona y sin preservativo que entonces era palabra desconocida.
Veamos. Repaso con sinceridad y espíritu critico las páginas de mi libreta de autógrafos cincuenta años después. Ayer como quien dice.
“Azul es el cielo, azul es el mar y azul es la hoja en que te voy a firmar. Afectuosamente. Soifé”. ¿Se quiere mayor ingenuidad que esa nota?
La vivaracha Cecilia me dejo una recomendación a tener en cuenta; “Para Eduardo; recuerda que no hay cielo sin nubes ni paraíso sin serpientes”. Pufff. Parece que la Cecilia estaba adelantada a su época.
La linda Violeta dibujo una flor en una hoja y apuntó; “Amor mio, la flor que ves aquí es prueba de nuestro sincero amor” . Con la bella Violeta, la de cintura de avispa y paso breve que me juro aquel eterno amor que duro solo dos cursos escolares cruce acera hace poco. Nos miramos reconociéndonos al pasar pero sin vernos. Gorda como una robusta tonina de acuario. Los años no pasan por gusto me dije, pero evite mirarme ese día en el espejo.
“Amor sin padecer no es amor, sino gozar” escribió a pie de firma aquella chispeante Evida. Una muchacha con labios de carmín “salida del tiesto” como decían los abuelos y cuyo futuro, a juzgar por su autógrafo, no era difícil prever. Ana Gloria anotó para la posteridad en la contraportada de mi libreta “Quien te quiera más que yo que te firme más atrás”....
Qué fue de todas ellas. Qué viento nos disperso como hojas. Qué fue de la rubia Amalia, de Ivon a la que apenas recuerdo, como tampoco tengo idea de quienes o como eran Julita, Amparo y otras y otras. ¿Y mis amigos Felipe, Pardo, Cabrera, Fernando?.........¿A dónde fueron aquellos que dejaron un segundo de sus vidas en mis páginas?.
Páginas escritas unas con premura y otras en un suspiro reflexivo con el bullicio de las aulas. Tímidas, anhelantes, jocosas, intimas o dulces y que hoy con nostalgia repasamos en las entre luces de los años y los recuerdos.. En definitiva, mal que nos pese y como cantó Juan Manuel Serrart, ese tren compro boleto de ida y vuelta.

1 comentario:

  1. Como siempre, un periodista de primera. No dejes de escribir mientras tengas vida. Saludos.

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