El accidente aéreo de 1945

Iglesia del Sagrado Corazón
Al medio día del 27 de febrero de 1945 en el convento de San Francisco, el sacerdote Ángel Bonet, oraba tranquilamente en una de las habitaciones situadas en la esquina que hacen las calles de San Fernando y Luaces, frente al parque Martí.

A lo largo de sus 74 años al religioso la vida le había ido de machacante placidez y por eso, como de costumbre, oraba luego del almuerzo en su rincón preferido durante aquella aburrida siesta.

Ensimismado en su rosario se encontraba el clérigo cuando de pronto, como el arcángel Gabriel en busca de permuta, entró por el techo un avión y allí se quedo colgado con piloto y todo.

Hasta el día de hoy ese ha sido el más  memorable y extraño accidente aéreo  ocurrido en nuestra ciudad.

Sucedió que cuatro avionetas sobrevolaban la ciudad en una de aquellas campañas de propaganda entonces tan a la moda. Se trataba de un show aéreo, con papelitos de colores,  giros audaces y carteles encaminados a llamar la atención para convencer a los espectadores que el mejor refresco del mundo era el Materva, porque además estaba hecho con mate legítimo, cosa que debía ser muy bueno para la salud.

Entro pues la escuadrilla a baja altura haciendo que el público se arremolinara en las calles y plazas, en las azoteas y sobre los balcones para presenciar las acrobacias de los audaces aviadores.

Quiso la mala fortuna que el joven Manuel Llaneras Álvarez Builla, piloto del paiper club 1024, de un solo motor, en uno de aquello giros tocó con la punta de un ala una de las torrecillas laterales de la gran aguja de la iglesia del Sagrado Corazón, rebotando la nave y enterrándose de nariz en el techo del edificio contiguo.

Imagínense, medio Camagüey corrió  hacia el lugar del accidente y la policía tuvo que intervenir y rodear el área, logrando que bomberos y un grupo de ciudadanos subieran al techo y llegar hasta el lugar del accidente, extrayendo de entre los hierros retorcidos al piloto, quien fue de inmediato conducido al Hospital Provincial.

Lo increíble fue que este joven, aparte de algunos golpes dispersos, pudo regresar por sus pies al lugar del accidente, para pedirle disculpas al clérigo por aquella forma tan abrupta de entrar a su habitación.

El padre del aviador, que era el General del Ejercito Libertador Miguel Llaneras vino desde La Habana para recoger a su hijo apenas se conoció la noticia, y dar las gracias a la ciudad por la atención que se le había prestado. Al despedirse, Manuel dijo a la prensa que “En un descuido, unas de las alas del avión choco con la torre, y en vista de que el avión perdía altura, traté de desviarle paras caer e n el Casino Campestre, zona deshabitada, pero el impacto fue grande y con los controles inutilizados se estrelló contra el techo, clavándose hasta la mitad de la cabina”.

Para el Camagüey de la época  aquello fue un episodio inolvidable del que se estuvo hablando por muchos años, y aun hoy se habla del increíble accidente aéreo donde, aparte del susto no pasó nada.

Dijeron también las actas policiales de aquel día, que al calor del tumulto se originaron, especialmente en la plaza de San Francisco,  varios robos al descuido, un anciano cartereado, un par de riñas tumultuarias con la consabida ración de planazos distribuidos por la oportuna intervención de la Guardia Rural, y la denuncia realizada por el barbero Juan Matías Fernández, dando cuenta que su hija de 18 maños, nombrada Carmen Rosa, había sido seducida y raptada por un ciudadano al que solo conoce por el  sobrenombre de Pepe Valentino. Del caso se dio cuenta al Juez Correccional.

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