!!!Piratas por La Matanza!!!



A pesar de que en 1668 Henri Morgan pegó candela a la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, no parece que en la practica hayan sido muchos los estragos. Puede que el susto fuera mayor o que el informe a las Cortes se exagerara en cuanto a los daños. De todas maneras, y apenas cinco años después, ya la población se había recobrado de tal forma que, a partir de entonces, consolidó su economía ganadera y los ingenios azucareros comenzaron a proliferar.

En 1762 fue elegido como Alcalde Mayor Don Fernando de Agüero y Agüero, capitán de milicias y criollo enérgico cuya primera disposición fue la de crear un cuerpo de hombres armados cuya misión consistía, junto a la exigua tropa que custodiaba a la población, prevenir todo peligro de invasión por parte de piratas o soldados extranjeros y mantener el orden.

En dicha milicia debía prestar servicio todo principeño de 15 años hacia arriba, sin distinción de títulos, profesión, raza o solvencia económica. Como iniciativa tal no tenia antecedentes en la isla ello suscitó el recelo del Gobierno central.

Casos y cosas de un alcalde de barrio



Onelio fue consejal en San José de Pinto, apartada zona rural perteneciente al barrio Joaquín de Agüero sobre los limites de las municipalidades de Camagüey y Florida.
Los consejales eran entonces funcionarios menores de las alcaldías municipales y eran electos junto con los alcaldes y miembros destinados a la Cámara de Representantes y el Senado. Ellos representaban a un determinado número de electores y sus vinculos con la población les convertía en una especie de sargento político del partido al que pertenecían, y en el caso de las áreas rurales, verdaderos caciques en el ámbito campesino.
Su influencia incursionaba en todos los aspectos de la vida social y en no pocos casos fueron árbitros, padrinos, compadres, prestamistas, médicos, consejeros, curanderos y hasta espiritistas.
Onelio siempre militó en el Partido Auténtico y fue lo que se dice un líder político de clase. Un bicho, según el argot cubano de todas las épocas. Para él, seguidor incondicional de Ramón Grau San Martín, la práctica de que “la cubanidad es amor” la seguía al pie de la letra, no por gusto había memorizado algunas de las mejores frases de histórico impacto, así como un par de párrafos de los más recientes discursos de su líder, para dejar a sus electores, guajiros de tierra adentro, con la boca abierta ante tanta sapiencia ciudadana.