La ciudad del silencio de Camagüey cumple dos siglos.




En un fértil potrero al sur de las afueras de la villa de Santa María del Puerto del Príncipe, cosa de media legua del río Tínima, fue abierto al público el martes 3 de mayo de 1814, el Cementerio General de Camagüey que es en la actualidad el más antiguo en funcionando en Cuba y cuyo espacio hoy se encuentra comprometido con el entrame urbano de la ciudad.
En realidad no se trató entonces de un nuevo cementerio sino la adecuación del cementerio de la parroquia del Cristo del Buen Viaje, levantada en 1792, para asumir la función de un cementerio de ciudad. Tengamos en cuenta que este camposanto tiene la particularidad de que las tumb Camagüeyas más antiguas, localizadas en el primer tramo, corresponden a la tipología de panteones adosados a paredes, que era lo que entonces se utilizaba en las de la iglesia. De todas formas esa fue la antesala del Cementerio General, y ese propio nombre rompe con la dependencia de la Iglesia Católica. 
 
Hasta el siglo XVIII los enterramientos se realizaban en el interior de las iglesias o en lugares aledaños a esos templos; razón por la que en 1790, comenzaron las gestiones para la construcción de un Cementerio Público en Puerto Príncipe. Esas gestiones se deben al Síndico Procurador General, José de Villavicencio Varona, quien elevó la solicitud al Ayuntamiento y al Cabildo "para evitar las pestes y otros inconvenientes que resultan de que se hagan enterramientos de los difuntos en las iglesias…” este proceso demoró hasta 1812, año en que el proyecto fue definido luego de un dilatado proceso de aprobación que duró 24 años. Finalmente el cementerio fue bendecido y abierto al público
Según la tradición, el primer enterramiento fue el del propio alcalde de la villa, Don Diego del Castillo, ocurrido el 13 de diciembre de 1813, o sea cinco meses antes de su inauguración, pero se sabe que cuando comenzó a prestar servicios, el primer suceso que recuerda su historia fue el enterramiento del moreno libre Sebastián de la Cruz, el día 4 de mayo y en el que ofició como capellán Don Francisco de Zayas, perteneciente al hospital de San Juan de Dios. 
 En sus inicios, al ser clausurados los patios de las iglesias para los enterramientos la disposición de conducir los cadáveres al cementerio fue rechazado por algunos que prefirieron enterrar a sus seres queridos en lugares tan públicos y transitados como la Plazuela de San José, las sabanas y fincas de los alrededores de la localidad y al borde de los camino. También sucedía que por por la falta de dinero, hubo familias que abandonaban a sus difuntos en la puerta del cementerio o los lanzaban por encima de la tapia del mismo. Eso origino que se colocara un letrero en la segunda puerta de entrada que expresaba: " Señores Respetad este lugar".
Algo de interés es que este no es un cementerio que responda a un santo patrón, como es bien común en el resto del país, sino al título de la ciudad.
El Cementerio General de Camagüey que junto a la ciudad ha asimilado el desarrollo social, guarda un rico patrimonio arquitectónico, que mezcla estilos de diversos tipos, reflejado en las más de 10 mil construcciones funerarias, que alli existen.
El Cementerio no ha dejado de crecer en estos dos siglos, y por supuesto q ue con cada una de las ampliaciones primó el gusto constructivo de la época. Del neoclásico son los frontones, las columnas y las pilastras adosadas y varios niveles en las construcciones, están presentes las hermosas capillas art noveau y art deccó, el eclecticismo avanzado del siglo XX . Fue amplio el uso del granito, el crucifijo y el empleo de lámparas. Un sello lugareño en la herrería de numerosas tumbas es la imagen de la antorcha invertida como símbolo, del fin de la vida.,
Después descuidos en el recinto funerario y la falta de un orden ético ordenado ha originado obras de mal gusto que nos llegó de la mano de la carestía de materiales, incluyendo losetas esmaltadas, y hasta piezas prefabricadas como señal de necesidad urgente para solucionar espacios.
Porr supuesto que en los epitafios del Cementerio General de Camagüey también se leen historias de corte religioso, patrióticas y hasta humorísticas. Existen además aquellos trenzados con misterios singulares. Sin dudas que el epitafio de Dolores Rondón, rodeado de la leyenda centenaria marca una de los más populares tradiciones de la comarca· “Aquí Dolores Rondón finalizó carrera, ven mortal y considera las grandezas cuáles son el orgullo y presunción, la opulencia y el poder, todo llega a fenecer, pues sólo se inmortaliza el mal que se economiza, y el bien que se puede hacer”. 
 De los primeros años de historia del cementerio, son los epitafios caracterizados por el sentido religioso y los que refieren las relaciones filiales. Así, puede leerse en la bóveda de El Lugareño: "Como una triste y funeral plegaria, bendita por el llanto de mis ojos, esta tumba le ofrezco, solitaria, ¡Hija del corazón!, ¡A tus despojos!" Sobresalen otros epitafios de carácter patriótico, como el dedicado a Joaquín de Agüero y Agüero, con el tributo al héroe: "Víctima infausta de un amor sincero, Sentido por el hombre y por la gloria Yace aquí el adalid Joaquín de Agüero. Su vida guarda la cubana historia, Su muerte llora el Camagüey entero."
Existe uno, que al leerlo inversamente o como se desee: del medio hacia arriba o hacia bajo, nunca pierde su sentido de expresión o concepto: “Aquí yace sumergido/ Por una ley natural / Todo lo que fue mortal/ De don Fernando Garrido”.
El 12 de octubre de 1879, cerró los ojos la distinguida Doña, Rosalía Batista, su triste y acongojado esposo le dedicó en su lecho del eterno sueño la siguiente grafía: "Si el ruego de los justos tanto alcanza/ ya que ves mi amargura y desconsuelo, / ruega tú porque pronto mi esperanza / se realice de verte allá en el cielo.". Como el viudo Don Agustín Montero ni corto ni perezoso tres años después de la dolorosa perdida contrajo nuevas nupcias, un chistoso, tal vez un "amigo", conocido o familiar ofendido, bajo la inscripción citó a menos de 24 horas de la boda: "Rosalía, no me esperes".
Más cercanos en el tiempo, también otros epitafios marcan la historia del Cementerio General de Camagüey, pues la tradición no desaparece. Así se cuentan, entre otros, las curiosas inscripciones sobre la tumba del trovador Miguel Escalona: "Te debemos un trozo de vida empapado en alcohol". Y el epitafio de José Luis Moreno, conocido como El Diablo Moreno, corredor de motos: "Tu vida transcurrió veloz como tu moto y la entregaste al traspasar la meta de la gloria."
Según crónicas, en mayo de 1873 el Ejército Español trató de incinerar el cadáver del Mayor General Ignacio Agramonte al fondo del cementerio, sin embargo, las investigaciones realizadas señalan que el cadáver fue quemado en un terreno correspondiente tercer tramo entonces recién inaugurado. Cierta o no esta versión, el cadáver chamuscado parece que fue lanzado en una fosa común, pero de eso no existen  evidencias. En 1941 los masones levantaron un sencillo cenotafio en el lugar donde que presumiblemente fue quemado el cadáver del Mayor
Fotos; Orlando Duran Hernandez

1 comentario:

  1. Cada tanto suelo andar entre los que descansan en paz, a la usanza de nuestro pueblo de cementerio repartido entre colonias, franceses y alemanes, y después un entrevero que da más lógica a lo que significa la muerte, que no distingue entre opulentos, "medio pelo" y necesitados, para ser vulgar en el contexto. Y digo que junto a dos amigos íbamos por sus caminos anchos y otros finitos como silbido de ánimas, unos demostrando esa otra ciudad donde cual palacios se alzan las vestiduras materiales de la parca y los otros en la rutina proletaria de lo ajustado, tal como acontece en la vida activa. Diría uno de mis amigos, cómo mostraban sus blasones los adinerados, como si Dios en alguna parte los mirara por sus pertenencias, esas que no quisieron abandonar aún, ya volados de la tierra.

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