Chapuzones

Todos estos días del verano nos hace recordar a muchos aquellos agradables chapuzones que los muchachos de hace apenas cincuenta años disfrutábamos en esta nuestra ciudad.
No se trataba de las piscinas, que para la época eran exclusivas para los socios del Camagüey Tenis Club, el Country Club, o para los alumnos del Colegio Champanag, o aun los espacios más populares, pero solo para socios, como el Club Atlético Bernabé de Varona y el Club Ferroviario.
Quiero referirme los dos ríos que nos circundan y las decenas de arroyos que nos cruzan de uno a otro lado, Así que el Hatibonico y el Tínima se entretejen con arroyos como El Guije, Juan de Toro, La Carbonera, Méndez, del Kilo, Santa Bárbara, Carrasco, Caguaje y una docena más. 
 A esos lugares se acudía por las tardes, a la salida de la escuela o los fines de semana, o a cualquier hora cuando algunos hacían la novillada y escapaban de sus deberes escolares.
Estaba la Poza del Mate, que era muy famosa y se encontraba en el Hatibonico, al final del callejón Ramón Ponte o Funda del Catre. Esa calleja fue también conocida por ese mismo nombre de la Poza del Mate, porque precisamente en la orilla del río había una maraña de un bejucos de mate colorado entre los árboles que en ese lugar crecían . Los del barrio de La Vigía teníamos la charca del Tamarindo, allá por el camino de Juruquey.
Otro lugar preferido era una especie de piscina natural con abundante arena que tenia el río Tínima junto al puente de San Lázaro. Ese es el puente situado al extremo de la calle General Gómez, inmediato a la Plaza de La Habana. En ese lugar se reunía una buena muchachada e incluso, los fines de semana acudían familias a disfrutar de las frescas aguas y la sombra del arbolado que allí existía.

Para finales de la década de 1940 un avión comercial se estrelló a pocos metros de este sitio, pereciendo su ocupante. Y mira que ironía, ese joven era uno de aquellos que solía visitar esa pozeta junto a su novia. Se dice que bajó para saludar a la muchacha , al otro lado del río y el avión se enredó con los árboles cayendo a tierra. 
Recuerdo que en la confluencia del Hatibonico y El Güije existía una charca bastante extensa y donde solían reunirse los jóvenes. A ese lugar le decían la Caja de Agua porque a poca distancia existió un tanque para echarle agua a las locomotoras de vapor en los inicios del ferrocarril. Le visitaban en lo fundamental vecinos de los repartos Saratoga, Las Mercedes, La Vigía, Guernica, Llega y Pon, (que después fue el reparto Cándido González) y también los de un reparto que se comenzaba a fomentar y que es el actual Puerto Príncipe.
A la piscina de Arroyón, construida aprovechando el nacimiento del río Saramaguacan iban los que tenían posibilidades de transporte, incluyendo bicicletas, porque es la más distante de la ciudad. Luego, cuando la Asociación de Detallistas ocupó el lugar y construyó su club, los ferrocarriles realizaban excursiones en tren para cada temporada de verano, porque el camino estaba tan malo que era preferible el tren, luego con el arreglo de la carretera ya hubo rutas de ómnibus que viajaban hasta allí. 
De todas esas pozetas y remansos, Arroyón, fue el más importante y el único que ha logrado sobrevivir al desarrollo urbano y a la contaminación, precisamente por lo distanciado y porque en el momento preciso allí se construyó un centro de recreación que logró preservarlo y mantener sus condiciones, aunque hoy deja mucho que desear.

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