Evacuada Camagüey por los soldados españoles



Al amanecer del 24 de noviembre de 1898 soldados del Batallón de Cádiz, la última fuerza española en abandonar la ciudad de Camagüey, salió del cuartel de caballería de La Vigía y se concentró con sus respectivas compañías en la plaza del vapor, lugar donde estaba la estación del ferrocarril, para partir con destino a Nuevitas y desde allí embarcar de regreso a España.
Concluían en Cuba más de 300 años de dominio colonial en nuestro país y una sangrienta guerra donde la Península apostó por invertir en una causa perdida hasta el último soldado y la ultima peseta. Pero en esta fría mañana de noviembre aquella tropa en retirada tras la capitulación de España en Cuba ante el ejército interventor de Estados Unidos, no `parecía la de soldados en derrota, por el contrario, los jóvenes quintos españoles no dejaban traslucir su alegría por regresar vivos a casa.
 
Con anterioridad, y en una rápida ceremonia efectuada ese mismo día en el Ayuntamiento se había entregado la plaza al Dr, Agustín Hatuey Agüero, influyente abogado militante de la facción anexionista en Camagüey que tanto daño hizo a la causa independentista antes y después de la presencia colonial en Cuba
Cientos de familias, comerciantes y clases vivas de la ciudad, criollas y españolas, despidieron a la tropa que gallardamente ofreció un ultimo desfile militar a la música de marchas, pasodobles y coplas, entre estas una popularizada en ese adiós:· “Ya se van los quintos, madre/ ya se va mi corazón,/ ya se van los que tiraban/ piedrecitas en el balcón”
Y a punto de partir el tren luego que la corneta tocó silencio, una voz estentórea irrumpió entre la multitud, y era la de un soldado del Batallón de Cádiz, que asomado hasta medio cuerpo fuera de la ventanilla, agitando en cada mano una alpargata que colocó cuan alto pudo, gritaba: “¡Cubanos, aquí os dejo vuestra tierra ... que no la quiero llevar para la mía!,” mientras sacudía las alpargatas una contra la otra. Pero para esa hora los cubanos aun no sabían si en realidad esta tierra era de ellos.
Luego de consumarse la evacuación Agüero entrego la ciudad al general estadounidense. H. Carpenter, arriándose la bandera española e izándose la norteamericana, pasando las tropas de ocupación, concentradas hasta entonces en el Casino Campestre, a ocupar las instalaciones militares abandonadas por las fuerzas coloniales.
Solo una semana después, el día 30, se le permitió a las fuerzas cubanas, acampadas en la finca de Castellanos, a media legua de la plaza de La Caridad, entrar a la ciudad, solo entonces desfilo por nuestras calles la bandera cubana y llevada solo hasta el parque central, aunque no izada en la sede del gobierno ; “...para evitar resquemores y venganzas personales que podrían romper la paz alcanza en Cuba” mintió ladinamente la nota publicada por el general Carpeter para justificar la prohibición de hacer ondear la bandera cubana en el Ayuntamiento.

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