Me
parece justo comenzar esta crónica sobre los inicios de la prensa y
el periodismo lugareño desde el justo momento en que un inspirado
aborigen, asentado en una comunidad a orillas de la laguna de Canasí,
bien al este de La Sierra de Cubitas, describió sobre una de las
paredes de una cueva inmediata, la primera noticia gráfica que se
conoce en América sobre la llegada de los conquistadores con
caballos espadas y cruces. Eso fue para los albores del 1500.
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…Seudónimos
Por alguna razón histórica, son los
cultivadores de la literatura aquellas personas que, contrario a
otras profesionales, gustan con frecuencia seudónimos que, llegado
el caso, algunas a veces se popularizan de tal forma que borran por
completo el nombre real por lo que a veces resulta imposible conocer
sus verdadero nombres y apellidos, tal es el caso del primer
periodista que en Camagüey escribió, en los inicios de 1907, sobre
el desarrollo de la radio, como este escribió bajo el seudónimo de
D. Téctor, ha
resultado imposible identificar al pionero del periodismo radial
en nuestra `provincia.
Se conoce que en Camagüey, por ejemplo,
Nicolás Guillén escribió por un tiempo, allá por los inicios de
su carrera, bajo el nombre de Interino.
El comentarista social de alto vuelo fue Rafael Perón de la Cerda se
hizo firmar Farela, y
así conquistó gran renombre, mientras que Sainete
fue el popular reportero de la década de 1950 Agustín Romeo Peréz,
que por cierto llego a ser alcalde de nuestra ciudad a inicios por
aquellos años.
Un paracaídas sobre la ciudad
En
realidad la fiebre mundial de la aviación llegó a Camagüey con
casi 20 años de atraso, y aunque aun faltaban otros diez para que se
hiciera realidad la hazaña de Barberán y Collar, lo cierto es que
para aquella década aún andábamos a la zaga, a pesar de que
andando el tiempo la ciudad se colocaría entre las primeras del país
en la técnica aeronáutica.
De
todas formas en esos años se sucedieron en la ciudad dos hitos, la
llegada en 1922 de la Empresa Hispano Cubana de Aviación, para
inaugurar un campo de aterrizaje en el reparto La Vigía, cerca del
Hotel Camagüey, edificio hoy ocupado por el Museo Provincial Ignacio
Agramonter, y el arribo a finales de enero de 1928 de una compañía
norteamericana dedicada a ofrecer espectáculos aéreos.
Los
acróbatas instalaron su pista al sur de la ciudad, en una zona
conocida entonces como la sabana de Los Marañones, que es donde hoy
se levanta el Hospital Provincial Pediátrico Eduardo Agramonte Piña
y parte del reparto Torre Blanca, junto al camino a Santa Cruz del
Sur. Como en su campaña de propaganda los aviones se dedicaron
durante dos días a atronar el aire mañana y tarde sobrevolando a
baja altura los techos de las viviendas, las autoridades se vieron
precisadas a intervenir en el asunto, limitando los vuelos sobre la
población.
…Ese rubio no te asienta
/
Dos damas se
encuentran en la calle. un viene vestida de negro riguroso y la otra,
que no se quiere la lengua le comenta ; “!que
flaca de te ves mi amiga!”.
La otra inocentona le responde; “Es
que con el negro me veo así”.
A lo que la víbora le dice; “!Pues
búscate un blanco porque ese negro te va a matar!” .
Yo estaba leyendo ese
chiste cuando recordé que en la gaveta de mi papeles guardo una nota
que tiene que ver con mujeres y con colores
Les cuento;
El Dr. Rene Bourguet
fue un famoso magistrado de nuestra ciudad y numerosos abogados
jóvenes entonces deben mucho de su experiencia a los consejos que
aquel siempre les daba.
…Un discurso de historia
José Bonifacio Flores, presidente la
sociedad Victoria y cocinero de la fonda y ferretería La Quinta
Avenida, en la plazoleta de Maceo, (actual restaurante Rancho Luna)
fue figura popular de las calles del Camagüey de principios del
siglo XX, sin dudas así aparece en crónicas sociales de la prensa
lugareña. Hombre correcto y medido, protocolar a veces y cortés
como pocos.
Se las daba de orador y como era dable
entonces, intervenía en cuanto acto público era invitado. Sin
embargo, a pesar de sus muchas intervenciones discursivas, bastó
solo una para que pasara a la posteridad porque hoy ella nos resulta
una poco común pieza oratoria
Sucedió pues que en oportunidad de la
inauguración de los tranvías eléctricos en la ciudad de Camagüey- El Ayuntamiento, al igual que hizo con muchos directivos de
instituciones sociales, le invitó a la ceremonia de bienvenida,
programa a realizar en la noche del 8 agosto de 1907 en el roff
garden del Hotel Camagüey.
Luego de los primero torneos oratorios le
toco el turno a José Bonifacio. Narran que fue tan enrevesada su
intervención que un chusco cortó momentáneamente la electricidad
para interrumpir el discurso y dejar a oscura al orador. Con
posterioridad las palabras del presidente de la sociedad Victoria
fueron copiadas, impresas y distribuidas. Hoy es un documento
insólito y divertido por su grandilocuencia. Una copia de aquel
impreso llego a mis manos, pero la hoja de papel paso a otras manos
en calidad de préstamo hasta que finalmente, como sucede en estos
casos, la di por perdida.
He aquí el discurso de José Bonifacio
Flores
El Bando del San Juan, desde cuándo y cómo. Una lección pediente.
Con
un silbato al cuello y una media lanza en ristre, de la cual colgaba
un farol, los serenos de la ciudad se dedicaban cada noche no solo a
encender y apagar faroles, sino también a anunciar las horas y el
estado del tiempo.
Esta
corporación organizada por el Ayuntamiento al menos desde l el siglo
XVIII, y a la cual pertenecían solo vecinos de la villa de extrema
confianza, comenzaron a adquirir mayor connotación con la llegada de
las fiestas del San Juan, toda vez que por feliz idea de algún
Alcalde Mayor, fueron estos faroleros, según crónicas, quienes
acompañados cada uno por un tamborilero no solo daban la hora y el
estado del tiempo, sino que se encargaban de leer en determinadas
esquinas, a tambor batiente, y con bastante escándalo, supongo, el
Edicto del San Juan donde se prescribían las ordenanzas que
regulaban el comportamiento ciudadano en las calles y las fiestas en
las viviendas.
La bajada de San Lázaro
Por años y no sé cuántos, una parte de
la bajada de San Lázaro fue patrimonio familiar. Se denomina bajada
de San Lázaro el otro lado del puente de ese nombre sobre el río
Tínima, al principio o al final de la calle Santa Ana. Aun hoy el
puente de San Lázaro es una magnifica obra de la ingeniería
colonial, pues a pesar de siglos de existencia resiste con éxito los
embates y el peso de un tiempo multiplicado muchas veces desde
aquellos coches y carretones para los cuales fue hecho. Estoy seguro
que no pocos lugareños conocen el lugar En realidad aquel no era un
feudo hereditario, sino que un grupo de parientes construyeron allí
sus viviendas por hallar el sitio amplio y cómodo para todos y
además porque en un grado que no he podido descifrar, ésta
generación mantenía relaciones familiares con Lafuente – Salvador
otra tribu que habitaba la quinta Simoni, histórico y entonces
carcomido caserón devenido en casa solariega situado frente a la
Plaza de La Habana y a muy poca distancia de la bajada del San
Lázaro.
El Pozo de gracia.
En
los inicios de la década de 1800 el espacio que hoy ocupa la plaza
del Carmen era una breve colina de donde surgía un fértil manantial
aprovechado por los pocos pobladores asentados en ese entorno. Por
años este sitio aun montuoso fue conocido como “Pozo de
gracia”,el cual daba origen a un arroyuelo que hacia el sur
confluía en el río Tínima.
La plaza vieja de la ciudad eterna
En
los amanescos del siglo XVII y situado en un punto elevado del bosque
húmedo de llanura, los principales de Santa Maria del Puerto del
Príncipe dispusieron primero un espacio en torno al cual comenzaron
a construirse viviendas, corrales y techados, mientras se abrçia un
paso hacia el río que los recién llegados denominaron Triana, como
el barrio sevillano de las riveras del Guadalquivir como añoranza de
la tierra distante, aunque de esa añoranza hoy solo queda en la
ciudad el nombre de una callejuela mientras la voz aborigen del río
Hatibonico pervivió al tiempo.
Presencia de una ciudad distinta, pero igual
.
Siempre
viejas postales descoloridas por el tiempo y la distancia nos traen
en zaguanes el hálito de la ciudad soñada; el Camagüey detenido a
la sombra de los siglos bordando callejones sombreados y tañer de
campanas.
Pero
el pueblo centenario no es solo adoquines y arcadas de medio punto, a
la vera y sobre estos cimientos se levanta una ciudad distinta pero
igual, contemporánea al rescoldo de un modernismo de asfalto,
edificios de cristal y entornos de este futuro que nos llegó, tal
vez, demasiado pronto para los lugareños.
Dichos y hechosDichos y hechosDichos y hechos
Existen dichos y
sentencias que se pierden en la memoria de los tiempos, y aunque los
camagüeyanos de ayer no son los de ahora, y ni siquiera nuestra
ciudad es la misma, siempre tenemos el tiempo de la historia a
nuestro favor sumando en esa pagina leyendas y memorias.
En este capitulo podemos
incluir, por ejemplo, dichos o muletillas en el hablar cotidiano de
nuestro país, como por ejemplo el aquello de “!Aquí,
en el tíbiri –
tábara!”, o “¿Me
dijiste?”, “!Pá
su escopeta!”. Lo mismo
que “ese es mi calavera”
para
significar “ese es mi amigo, ni socio”. Esa es una expresión
lucumí adoptada por el hablar criollo callejero que se extendió con
facilidad