En
los amanescos del siglo XVII y situado en un punto elevado del bosque
húmedo de llanura, los principales de Santa Maria del Puerto del
Príncipe dispusieron primero un espacio en torno al cual comenzaron
a construirse viviendas, corrales y techados, mientras se abrçia un
paso hacia el río que los recién llegados denominaron Triana, como
el barrio sevillano de las riveras del Guadalquivir como añoranza de
la tierra distante, aunque de esa añoranza hoy solo queda en la
ciudad el nombre de una callejuela mientras la voz aborigen del río
Hatibonico pervivió al tiempo.
El
amplio espacio se convirtió en plaza de armas por el aquello de que
allí ejercitaba la guarnición de la villa, después con los
avatares del tiempo aquel calvero fue Plaza de Marte, de la
Constitución, del Recreo, del Parque, de la Iglesia Mayor y
finalmente, durante la colonia, plaza de la Reina Isabel. En 1899 en
los inicios de la república paso a ser Parque Agramonte.
De
hecho la plaza fue desde un principio el centro mas importante de la
población por sus funciones sociales y económicas, incluyendo
política y militar, en la presencia que a lo largo de medio milenio
atrajo y reunió en su entorno a vecinos de cuanta generación de
lugareños ha convivido en todas las estampas de la historia.
Un
americanísmo particular.
Denotan
su importancia las residencias levantadas en el entorno o en las
inmediaciones a través de títulos nobiliarios o de alcurnia junto a
sociedades, comercios, abogados y periodistas, medicos, artistas y
oficiales de carrera, periódicos, hoteles, escribanías, sin olvidar
el paisaje urbano que conformó una geografía de clásica ciudad
medieval española, pero diferente en sus arranques de un
americanísmo de distinto reclamos espirituales. La villa vieja y la
ciudad nueva onnipresente en el prisma de la colonia y su el gobierno
absoluto, gobierno siempre desconfiado en la impronta de lugareños
demasiados independientes, listos a utilizar, como utilizaron, el
machete reinvindicador para hacer del Departamento del Centro una
patria particular a lo Santa María del Puerto del Principe
Nadie
sabe cómo fue denominada plaza de Agramonte o parque Agramonte, pero
ya en el 1902 el matancero avecinadado Raúl Lamar Roura, periodista
y directivo de la Sociedad Filarmónica Popular de Santa Cecilia,
organizó con el apoyo de Salvador Cisneros Bertancourt, el concurso
internacional que contribuyó a levantar en la ciudad un conjunto
escultórico dedicado al Mayor General, Ignacio Agramonte Loynaz. Al
cabo fue el escultor italiano Salvatore Buemi quien se encargó de
recrear la
obra alzadas sobre tres bases greco romanas de piedra de granito rosa
de Bavena. Todo el conjunto mide7.68 metros de altura y el caballo y
la figura del jinete 3.30 metros, al estilo de la estatua ecuestre de
Bolivar en Caracas.En los alto relieves de los costados del monumento
pueden verse a un lado la organización de la caballería camagüeyana
y al otro una escena del rescate de Sanguily, dos de los mas
gloriosos hechos realizados por Agramonte.
La
obra que de inicio se destino al Casino Campestre decidió su base en
el parque central ante el reclamo de mantener el corazón agramontino
en la optica de la ciudad. Finalmente, inaugurada en el 24 de
febrero de 1912 por Amalia Simoni Argilagos a presencia de destacados
soldados del Ejército Libertador tiene en sus páginas una joya de
la oratoria en las palabras del Dr, Alfredo Zayas Alfonso, vice
presidente de la república y magnifico tribuno de aquella época.
En
ese mismo conjunto se colocó una tarja que no olvida algunos hechos
de la historia en este lugar, como el ahorcamiento de los próceres
de la independencia Francisco Agüero (Frasquito) y Andrés Sánchez.
También se levantan desde 1851, en sucesivas generaciones, las
cuatro palmas que recuerdan los héroes que junto a Joaquín de
Agüero fueron fusilados en la sabana de Caridad de Méndez.
La
diferencia del presente.
Luego
del tiempo y la distancia, pero no el olvido y apenas despunta el
siglo XXI, la Empresa de Restauración y Conservación de la Oficina
del Historiador de la Ciudad de Camagüey, emprendió obras capitales
de restauración en el lugar. A lo largo de seis meses decenas de
especialistas y trabajadores desmontaron la plaza y respetando el
diseño original dieron nueva vida al parque cuyas obras absorvieron
mas de medio millón de pesos; tal alarde de técnica y eficiencia se
reconoció por el país al certificar la restauración del parque
Agramonte como Hazaña Laboral, titulo pocas veces conquistado en
Cuba por un colectivo obrero.
No
por gusto el parque de todos los camagüeyanos fue sede del acto de
comnotación universal cuando en la noche del 2 de febrero del 2009,
la Organización de Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura
(UNESCO). proclamó a nuestra ciudad Patrimonio Cultural de la
Humanidad, fijando a los bordes de una de las escalinatas del paque
las tarjas de bronce que certifican el nuevo titulo del noble empèño
del Camagüey. Esta decisión del órgano internacional se basa en la
originalidad del trazado urbano y el conjunto de edificaciones
religiosas de la ciudad, que la diferencian de otras urbes cubanas y
de las del resto del Nuevo Continente, por supuesto, el parque
Agramonte forma parte de ese conjunto histórico, punto del ir y
venir secular de todos los hijos y visitantes de la ciudad.
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