Estampas de mis otras vacaciones



Cuando a la voz de !A la playa!, mi familia anunciaba que nos íbamos de vacaciones, lo primero que hacíamos los muchachos era correr a la casa de Manolo, el chofer del barrio, para que nos prestara una recámara de las ruedas de su camión y llenarla allí mismo de aire, cosa que siempre nos trajo dificultades por el espacio que nos restaba en el carro que nos conduciría. 
 
Navegar a lo Titanic sobre una recámara de camión durante la infancia ha de crear algunos traumas. Yo en particular recuerdo que aquella goma inflada se viraba con frecuencia y yo casi siempre estaba en el fondo tragando agua y arañando arena. Desde entonces las vacaciones playeras no están entre mis primeros gustos. 
 
No se porque mis padres cuando decían !A la playa!, era ir a Puerto Piloto. Año tras año ir a Puerto Piloto era para nosotros como viajar a la Meca. Eso era religioso a pesar del largo viaje y el quebrado camino además de los calderos, los catres, los pomos de agua y la abuela a quien había que llevar. De todas formas siempre disfrutamos las arenas oscuras de esa playa de la bahía de La Gloria y de la hospitalidad del pueblito pesquero donde decían que se comía el mejor macabí de Camagüey, cosa que no sé si es cierto porque nunca he comido macabí en otra parte que no fuera Puerto Piloto.
En la playa había un muelle destartalado y desde allí la gente se lanzaba al agua. Aunque eso puede ser muy emocionante yo probé solo una vez porque en esa primera vez le di con la cabeza al fondo ya que la marea había bajado y el agua me daba a la cintura. Nunca jamás me he vuelto a tirar de cabeza en ninguna parte, ni siquiera en la cama.

Otra vez armé una casa de campaña junto al mar. Pero a la media noche tuve que evacuar rápidamente porque la marea comenzó a subir. Puede que ese haya sido el momento en que decidí estudiar Geografía para descifrar el aquello de por que el mar bajaba y subía cuando menos yo lo esperaba.
En alguna de esas vacaciones mis hermanas y yo inventamos un tipo de excursión domestica muy interesante. Vivíamos en una vieja casa de la avenida de Los Mártires de esas que tienen patio y traspatio lleno de árboles. Muy bien, cavamos una charca, conseguimos un par de patos y sembramos malangas. Entonces desplegamos la casa de campaña y solíamos estar allí los fines de semana y permanecer de excursión todo el tiempo (solo hasta la hora de las comidas). Era un encanto. Pero ese campismo hogareño concluyó el día en que se nos ocurrió encender una fogata y prendió fuego a un platanal que tenia mi padre al otro lado del “lago de los sueños”. 


 También nos íbamos a la finca Caridad del Cerro que está al fondo del reparto Florat y a orillas del río Tínima. Esa era una finca con una suave colina cubierta de árboles frutales, en especial marañones y guayabas. Allí por cinco centavos pagados en la casa quinta podías hartarte pero no sacar ni una semilla, a no ser que pagaras otro nikel y entonces te llevabas una sarta con marañones. Esa eran las reglas. Tal vez haya sido la primera base de campismo en el entorno de la ciudad. Se pasaba bien en la arboleda junto al río o imaginando escaladas al Himalaya desde los escasos 90 metros del Cerro, en cuya cima quedaban los restos de una torre de observación de los tiempos de la colonia.
¿Imaginaban ustedes que los muchachos del barrio íbamos a pagar los cinco centavos? Por el fondo nos escurríamos entre las cercas e invadíamos la finca. No siempre las cosas salían bien y cuando algunos de nosotros, alertas al paso escuchábamos el grito de !Ahi viene el guajiro!. A correr, pero a correr como alma que lleva el diablo porque aquel campesino que era un tenaz vigilante de sus terrenos se conocía todos los trillos y atajos.
El susto podía durar una o dos semanas y al cabo, otra vez a infiltrarnos y otra vez a correr. Ahora, cuando lo que queda del grupo de amigos se encuentra y recordamos, algunos se ríen y dicen que aquello si que era divertido. A mi en particular nunca me pareció divertido correr delante de uno que viene detrás con un machete en la mano para arrearte un planazo.

Cierta vez y de vacaciones descubrimos una gran laguna cerca del arroyo Méndez, ---muchos años después desecada, rellenada y aplanada el espacio de la laguna se convirtió en el actual reparto Eden---, descubrimos pues la inmensa charca y fue ocurrencia nuestra hacernos una balsa a lo Kom Tiki, Desarmamos cajas y sacamos tablas y clavos de cualquier parte. Por suerte para todos aquella cosa naufragó a los dos metros de la orilla frustrando nuestro futuro de constructores navales.
Empeñados en la navegación luego nos pasamos casi todas las vacaciones cortando, recortando y pegando tablitas y chapas de metal para hacer pequeños modelos de veleros, cosa que nos llevó casi todo el tiempo.
Mi nave era una fragata de tres palos . Estrella de Plata se llamaba. Un día Estrella de Plata se fue a pique producto de una pedrada lanzada desde el otro lado durante una de las escaramuzas que a veces sucedían cuando hasta el lagunato bajaba una pandillita del reparto Florat también para navegar sus barcos.
A veces tiraban ellos, a veces nosotros, pero cada uno siempre se mantenía de su lado. Aun ignoro porque esa desavenencia pero imagino que era por el gusto del alboroto y hundir las naves del contrario. Hay guerras que comienzan así y después la gente no sabe cuales fueron las causas reales de la primera piedra.
Como allí el terreno era bajo y pantanoso plantado de macíos, íbamos hasta un mangal próximo a buscar mangos verdes para tenerlos a mano como proyectiles.
En una de esas escaramuzas aprendí que la parábola de un mango verde de mediano tamaño en el espacio, lanzado desde 40 metros de distancia con un ángulo de inclinación de 45 grados de elevación en relación al horizonte, a la velocidad promedio de 10 kilómetros por hora, multiplica en el descenso su fuerza de impacto. A quien no le han dado con un mango verde en la cabeza no sabe de lo que estoy hablando.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?. Puede que si, puede que no, en definitiva cada cual habla de la feria como le va en ella, aunque lo seguro es que nadie olvida esas otras vacaciones estampadas aun en nuestras memorias..
¡

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