“!!!Piratas por La Matanza, que lo dice el padre Galcerán!!!”



Poco antes del amanecer del jueves santo 29 de marzo de 1668, soñoliento aun y al paso de su mula Picardía, el presbítero Francisco Galcerán abandonó la villa de Santa María del Puerto del Príncipe y por el camino real de La Guanaja enfilo hacia su destino, la periódica visita que realizaba a sus feligreses en Hermita Vieja, ranchería recostada en el flanco sur de la Sierra de Cubitas.
Don Francisco dejo detrás la loma de Santa Teresa de Yucatán, cruzo el nacimiento del río Máximo y se adentro en la sabana que siempre, para los amanezcos se cubre de niebla.
 Cosa de dos leguas de la población algo llamo la atención del religioso que le hizo recortar riendas para escabullirse tras un sao. Asustado mas que alarmado Galcerán descubrió en la bruma una tropa enemiga que despreocupada avanzaba hacia Puerto Príncipe. Sin ser visto torció riendas y a las cuatro patas de Picardía entro a la villa por el camino de la Matanza con los gritos angustiosos de: “!!!Piratas por La Matanza, que lo dice el padre Galcerán!!!”
 
Sin embargo, apercibidos los lugareños de la presencia de corsarios y piratas en aguas del Caribe y Las Bahamas, más las noticias que siempre llegaban a través de relaciones costeras con bucaneros en contrabando, ya se había organizado una preventiva defensa del entorno, pero tal vez el no creer que los piratas fueran tan osados como para llegar a la villa desde la distante costa, hizo que las defensas no se hicieran con el rigor necesario y cuando llego el momento de utilizarlas, ya tenían a los ingleses encima.
En realidad Henri Morgan (Gales,Inglaterra, 1635 – Jamaica1688) cuya historia es mucho mas que una novela en aquella época de oro del siglo XVII, en esta correría no había tomado en cuenta a Puerto Príncipe-  El corsario fijó en un principio asaltar La Habana, por lo que reunió en Jamaica una fuerte amada compuesta por unas 10 embarcaciones y 700 hombres, zarpando hacia Cuba durante la primera semana de marzo, sin embargo, la vista de las solidas defensas habaneras le hicieron desistir de su intento, tornando a navegar a lo largo de las costas cubana hacia el este recibiendo en el trayecto frescas noticias de las riquezas que ya guardaba la floreciente villa de Santa María del Puerto Príncipe, y aunque esta se hallaba tierra adentro, la tropa no se amilano, por el contrario, suponiendo, como en realidad sucedió, que aquella villa confiada en la distancia de la costa no se encontraba presta para una defensa efectiva, ni sus pobladores aptos del todo para el ejercicio de las armas.. 
Alarmada la población con la noticia del presbítero, y sin dudar de su veracidad, el alcalde de la villa ordeno que mujeres, niños y ancianos abandonaran el lugar y se refugiaran en los montes del sur llevándose cuanto pudieran de sus pertenencias, aprestándose el resto para la defensa.
A la media mañana ya se en encontraba la tropa de corsarios a las puertas de la villa produciéndose un violento encuentro entre estos y los vecinos capaces de manejar las armas para reforzar a la exigua y poco adiestrada guarnición. No obstante, el enemigo inglés, hombres de armas y correrías por los siete mares, rompió la barrera y los enfrentamientos llegaron hasta las calles y las viviendas, desde donde los principeños ofrecieron fuerte resistencia. Sin embargo un golpe de suerte ayudo a los atacantes dominar la situación cuando algunas familias que iban de huida fueron capturados y tomados como rehenes por los filibusteros, encerrándolos en una de las iglesias, conminando la rendición de Puerto Príncipe
Los defensores antes de sacrificar a sus familias se refugiaron en los montes próximos sin entregar sus armas en espera de alguna oportunidad para volver al ataque. Morgan, experimentado capitán de mar que ya tenia a su haber el asalto a otras poblaciones, comprendió que dilatar su presencia en Puerto Príncipe le podría causar bajas y enfrentar embocadas una vez que los pobladores se repusieran y reunieran mas hombres llegados desde las haciendas vecinas,

Ya en posesión del centro de la villa Morgan ordenó el saqueo de la villa, exigiendo un tributo de 500 reses saladas antes de retirarse, llevándose de paso las campanas y por supuesto la orfebrería de las iglesias. A su retirada, cosa que hizo dos días después,hizo incendiar totalmente la población.
Morgan no fue el único bandido de los mares en asaltar Puerto Príncipe, y aunque otros lo intentaron luego ninguno tuvo éxito debido a la preparación de los principeños y las nuevas defensas levantadas desde entonces en el entorno de la población.

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