Del
29 de marzo al 1 de abril de 1956 nuestro grupo de exploradores
estuvo acampado en los cangilones del río Máximo tomando un
cursillo de los que entonces ofrecían algunas instituciones cívicas
para despertar el interés entre la juventud hacia la Naturaleza; el
programa incluía visitar aquella parte de la porción oriental de
la Sierra de Cubitas. y recoger muestras de su vegetación y
estructura geológica.
Al
segundo día del campamento nos alejamos hacia la finca El Infierno,
propiedad de los Ballaga, extensa familia de profundas raíces
cubiteras cuya vivienda principal era una inmensa armazón de guano y
tablas orillada al camino principal que bordea todo el sur de la
pequeña cordillera.
Por
boca de alguna de esas personas conocimos la existencia de la cueva
del Círculo o del Circo, situada en el flanco de la sierra cosa de
un kilómetro de la casa cuyos moradores de inmediato se ofrecieron
conducirnos a ella. Luego del café, obtener una cuerda y varios
machetes para abrirnos paso en el monte, y tras las recomendaciones
de rigor emprendimos la ascensión hacia el lugar en compañía de
dos de los más dispuestos de los Ballagas.
La trepada difícil y
montuosa donde fue forzado abrir al filo un trillo, nos llevó hasta
una especie de plazoleta de piedra con una solapa al fondo de la cual
se abría una mediana cueva que los campesinos conocen como la de
San Antonio, debido a que en su entrada se levanta unas alta
estalagmita que de primera impresión nos ofrece la silueta de un
monje encorvado y con los brazos recogidos sobre el pecho en actitud
de oración. Mas adelante, a la sombra de la propia solapa y sobre
una gran roca, escrita con pintura roja, aparecía la siguiente un
acta redactada allí cuando la espelunca fue bautizada, tal vez caso
único caso en nuestro país; ;
“Bendijo con toda solemnidad esta sublime obra del Creador, el
Presbítero Capellán Julio Villanana, siendo padrinos el benemérito
descubridor Pedro Antonio Rodríguez y Dolores DomÍnguez del
Risco, a la presencia de una gran concurrencia. ….
1852”.(1)
En efecto, según la
leyenda oral de la zona, Don Pedro, admirado por aquella obra dispuso
su bautizo e hizo traer un sacerdote desde Puerto Príncipe, acto que
se realizo con la asistencia de numeroso publico entre colonos,
militares, trabajadores y esclavos de las fincas vecinas.
Del
otro lado se abría un estrecho un boquete por el que era forzado
bajar tres o cuatro metros utilizando la cuerda y a partir de allí
se extiende en toda su exuberancia esta magnifica caverna, sin dudas
y en su tiempo una de las más hermosas de Cuba tanto por su
monumentalidad como por su belleza.
En
algunos salones aparecían fechas y nombres de antiguos viajeros, de
cuya visita quedaron numerosos testimonios en sus paredes, entre
estos “Diego Gómez y
varios indios. Abril 22 –
1766. También vino José Francisco”. “Entraron y vieron todos
los salones; R. Palamus, F. Bejarano, Silvia F. Molina. I. Miraben,
Oscar Porro, en 1890, Dic. 8”
Otros
encontraron refugio aquí, como los miembros de la escolta del
coronel Zayas, cuyas firmas se fecharon en el 1869 . Existen
también galerías donde se hallaban argollas empotradas en las
paredes utilizadas con seguridad para colgar hamacas y sitios que sin
dudas sirvieron de hospitales durante las guerra por la
independencia.
En
nuestro diario de viaje guardamos la copia de una estrofa escrita
sobre las blancas paredes de El Círculo; “ Y que a la luz de un
farol ,/ del pueblo yanky nos libre/ España, con Cuba Libre,/ debajo
del cubano sol” , Un español al servicio de Cuba, 1869”.
(1)
Esta curiosa acta se mantuvo en el lugar hasta la década de 1980,
periodo en que debido a la barbarie de algunas obras de
acondicionamiento en el lugar la destruyó.
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