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Un discurso de historia



Durante la ceremonia con la que en la mañana del domingo 1 de abril de 1908 se inauguró el servicio de tranvías en nuestra ciudad, hubo un almuerzo homenaje ofrecido por el Ayuntamiento de Camagüey a los ejecutivos de la Compañía Eléctrica de Puerto Príncipe, entidad a cargo de la obra, así como a las autoridades civiles y militares, como entonces era costumbre. 

Durante el acto celebrado en los salones del antiguo Hotel Camagüey, menudearon los floridos discursos propios de una época de grandes oradores que hacían de la palabra una profesión singular. 
 
Hablaron notables figuras de la política criolla de reconocida presencia, sin embargo hubo entre todos un discurso que ha llegado a nuestros días y fue el realizado por una persona poco conocida y aún cuestionada, pero cuya pieza oratoria resultó extraordinaria. 


Se trata del ciudadano José Bonifacio Flores, cuya procedencia en aquel acto no estaba del todo clara pues hasta nosotros han llegado varias versiones, unos dicen que fue presidente de una de las tantas sociedades mutualistas que entonces existían en la ciudad, aunque esto no se ha podido confirmar. Otros dicen que José Bonifacio nunca existió y que todo se debió a una broma así publicada, cosa a poner en duda dado que su nombre aparece en la relación de invitados al acto. Con todo no es de dudar que José Bonifacio fue persona popular en la ciudad dedicado a la oratoria en cuanto acto se ofrecía en la ciudad.

Pués bien, ese día José Bonifacio dijo, y así ha llegado a nosotros su discurso;


“Señores.
“Aunque soy el menos audaz de los que me han precedido en el uso de la palabra castellana, un dolor plenipotenciario y consular, marítimo y religioso me indispone a vuestra presencia en ésta reunión de íntimo compacto para hablar del tranvía camagüeyano.

“!Oh, señores, no hay nada mas hermoso que el pétalo de los florecientes carros; en ellos nuestras blanquitas, que son azucenas, y nuestras negritas, flores etiópicas, se adormecerán al dulce y melacólico arrullo de los cables y los troles!.

“Qué incubación más hermosa de la electricidad y el motorista. Mi imaginación tropical se confunde al resonar clandestinamente, morosamente, la electricidad en sus henchidas ruedas sobre los plateados rieles, que cuales exóticas plantas brotan fragantes de civilización y progreso.
“Las selvas, los ríos, el oxígeno hidratado y la urbe de la ciudad y las cantinas alimentícias con sus butifarras y longanizas, que cual oasis del desierto marchan en los campos elíseos, son argumentos de fuerza para convencer a los más incrédulos de lo que significa el tranvía.
“Se nos objetará que el progreso va dejando un rastro de sangre.


Y es verdad, allí están las huellas sanguinolentas de los satos impúdicos, alias perritos, que en su afán de perpetuar la raza se arreciman en medio de la vía para oponerse al paso de la civilización y al progreso arrollador . ¿Pero, qué es un poco se sangre, vulgo glóbulo rojo, comparado con el beneplácito de los contribuyentes?. 
 
“Nada señores, nada supera la catastrófica impresión que producen los pétalos coches retornando desde La Caridad, como un inmenso y amarillento cangrejo, para ir al paradero compensando los afanes de nuestros pobladores.................”

En esos momentos se produjo un fallo momentáneo de la electricidad en el local de la ceremonia.

“La luz se ha ido......”

Regresó de inmediato la electricidad

“Ha vuelto la luz. Y voy a terminar. Solo me resta dar las gracias más henchidas y legendarias a los anfitriones de este suculento almuerzo en el que he podido orientar mi atribulado espíritu.
Por lo que he sentido un abierto pentagrama en la estrecha región de mi cúpula craniana. Mis calcinantes ideas, mi alma cubana y mi órgano latente se ha refrescado como lava ardiente de los volcanes con el entusiasmo y patriotismo que en estos momentos me embaraza. He dicho”

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