Las crónicas no
consinan el nombre original de aquel promontorio asomado sobre la
bahía de Puerto de Mares sobre el cual los primeros conquistadores
del nuevo mundo decidieron instalarse.
Debieron,
parece, compartir el habitad con colonias de alguna especie de
aguilucho pescador que por parecido y gañido agudo nombraron
guincho, voz que denomina a una especie de águila costera de las
Islas Canarias a la que conocían perfectamente bien.
Desde
entonces punta del Guincho, al costado de la bahía de Nuevitas,
entró a la historia de América.
Del
primer asentamiento se sabe poco, unos cuantos pedazos de vasijas de
barro, algo de alfarería y algún metal. En realidad lo que se
buscaba no estaba a la mano, sino tierra adentro, hacia la corriente
de los ríos que bajaban desde mesetas de rocas metálicas y aunque
las comunidades aborígenes próximas, Mayanabo o Yumaisi, podía
garantizar la mano de obra para viviendas, embarcaderos, astilleros
y labranzas, prefirieron
adentrarse
por un país desconocido y levantar sus tiendas en las márgenes del
río Caonao, cuyo sonoro nombre ya de por sí les significaba lugar
donde hay oro. Al menos así lo interpretaron.
De
aquella marcha hacia el suroeste entre la costa y el lugar
mediterráneo donde se ubicaron no hay evidencias, pero debieron
internarse por las inmediaciones de Caracamisa, región conocida
luego como Sierra de Cubitas, y por donde hallaron comunidades
indígenas ya diferentes en su desarrollo cultural a los de aquellos
pueblos costeros dedicados especialmente a la pesca y a la caza.
Hacia
el centro del territorio se marcaban no solo las relaciones tribales
sino una cultura social y económica superior, cuya evidencia dejó
en las cuevas cubiteras huellas en pictografías y petroglifos,
aldeas bien plantadas, extensos sembrados y fabricación de algunos
productos de uso personal, moblaje y religioso.
Luego
de la llegada del español durante la segunda decena del mes de marzo
de 1516 a Caonao lo primero fue el trabajo forzado para el aborigen y
las crueldades sin ley que aun a la distancia de medio milenio
sobrecojen por el terror desatado. La extracción del oro se impuso
con obcecada insistencia pero apenas si se logró algo que valiera la
pena; lo cierto es que a la vuelta de un poco más de una década no
había otra cosa que hacer allí como no fuera acabar de exterminar
la comunidad aborigen de casi tres mil personas que inicialmente
encontraron y decidirse a consolidar la villa convertidos en
agricultores y ganaderos.
Para
los finales de 1527 ya era un poco tarde para eso. La población
aborigen, que siempre les había rechazado, deseosa de libertad y
venganza organizaron la primera rebelión aborigen de que se tiene
noticias en América.
Puede
que nunca se conozca quién fue el caudillo primogénito de esta
revuelta o cómo se confabularon entre sí y llenos de ardor
decidieron poner fin a tanta vileza y abuso.
Lo
cierto es que el l,unes 3 de enero de 1528 se inició una revuelta en
la hacienda Saramaguacán, espacio inmediato al río Jigüey que
debió ocupar parte de la sabana cubitera al este de Caonao y donde
había un lavadero de oro. No pudo haber resistencia cuando cientos de
indígenas se lanzaron sobre sus captores dando muerte a siete de los
encomenderos e incendiando las instalaciones para escapar luego hacia
la sierra inmediata
Solo
un español que al parecer fue dejado por muerto, logró llegar a
Puerto del Príncipe y dar aviso de la insurrección.
El
teniente de guerra Diego de Ovando, uno de los fundadores de la
villa, organizó su pequeña tropa dejando la mitad de los soldados
para la defensa de la población y a caballo, con veinte jinetes,
partió hacia el lugar de los hechos hallando al cabo de la marcha a
los cristianos muertos y todo reducido a cenizas.
Ovando,
valiente extremeño avezado en las artes de la guerra, imaginó sin
equivocarse que aquella acción podría desencadenar una revuelta de
incalculables proporciones, donde por la cantidad de aborígenes
alzados tenían todas las de perder, regresó a toda prisa a la villa
para preparar la defensa.
En
estas horas la mansedumbre de los indocubanos quedó demostrada púes
al parecer ninguno de ellos decidió aprovechar el momento en que la
villa se encontraba desguarnecida con Ovando y sus hombres a muchas
leguas de allí, para asaltarla y arrasarla por completo. Cosa que sin
dudas bien pudo ocurrir
Dos
días después, al amanecer del 5 de enero, se produjo el asalto a
las defensas de la villa y luego de algunas horas de combate se pudo
rechazar la ofensiva, Sin embargo ante la acometividad de la indiada
dispuesta a liquidar al puñado de defensores y conociendo Ovando que
el enemigo aumentaba en número y cada vez eran más osados ante las
defensas, organizó la evacuación de la villa disponiendo que cada
cual llevase las pertenencias personas más indispensables,
instrumentos de gobierno y de culto de la parroquia y de la
escribanía, bestias y alimentos, así como los cadáveres de los
muertos durante las acciones libradas.
Al
amanecer del jueves 6 de enero de 1528, el teniente de guerra dispuso
la salida de la villa sin que al parecer los atacantes hubiesen
tomado medidas para impedir que escaparan o disponer hostilizarlos
durante la marcha. Desplegada la fuerza armada de 43 hombres, 21 de
ellos de caballería, se inicio la huida hacia el este protegiendo a
unos cien vecinos civiles, incluyendo 44 niños, dirigiéndose hacia
el cacicazgo de Camagüey, vasallo de Vasco Porcallo de Figueroa por
entonces enzarzado en otras contiendas por tierras del continente.
Es
natural que entre Caonao y Camagüey existiera comunicación, por lo
que entre uno y otro poblado el tránsito no fuera extraño incluso
para los españoles. Llegados a la aldea donde fueron recibidos no se
sabe aun cómo, aunque dicen los historiadores que con muestras de
afecto, los recién llegados prefirieron levantar sus tiendas
colocando de por medio las márgenes del río Hatibonico como
defensa.
Con
los años la revuelta fue sofocada, aunque continuaron actos de
rebeldía por algún tiempo más. En la nuevas villa del Puerto del
Príncipe por experiencia y como medida de precaución se creó un
cuerpo de veladores dedicado a custodiar el Ayuntamiento con hombres
de guardia y vecinos armados que realizaban rondas permanente desde
el toque de oración vespertina hasta el amanecer.
El
impacto de aquella rebelión debió ser tal entre soldados y colonos
que cinco años después el número de vecinos españoles se habia
reducido a unos 20, aunque algunos de aquellos que quedaron se habían
unido a indias y esclavas. En 1544 se calculaba que los vecinos de
Puerto del Príncipe eran 14 con 234 indígenas encomendados y otros
160 negros e indios de Yucatán esclavos.
Las
crónicas luego escritas olvidaron con o sin intención que aquella
rebelión indígena en Caonao es la primera en el país y a la vez la
primera victoria cubana contra el conquistador, Aun debieron de
pasar casi más de tres siglos para que las armas del Ejército
Libertador quebrara el yugo peninsular en Cuba luego de una guerra
iniciada aquel lunes 3 de enero de 1528 en el Conao
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