Por
supuesto que el sol de agosto es muy fuerte y ya se sabe,
el calor alcanza nuestro
desespero. Pero bueno, con cada verano
siempre decimos lo mismo; que este año es más
caluroso
que el anterior, que si el cambio climático. Lo cierto es
que el calor resulta agotador.
Y
por eso es que los camagüeyanos tenemos la costumbre de tomar
vacaciones de verano,
especialmente en este mes y ello
aunque sea para ir a sentarnos al Casino Campestre.
¿Sabes
que ahora que hablamos del verano y las vacaciones,
me acordé que leyendo un periódico del año
1950 encontré algo sorprendente; por esa época, durante las
vacaciones muchas instituciones sociales, por ejemplo el Liceo,
el Camagüey Tenis Club, y aun la Benemérita Sociedad
Popular de Santa Cecilia, organizaban para sus miembros unos
cursos de verano dedicados a temas sociales y culturales, pero
también venían a Camagüey para dar esos cursos, extensiones de
escuelas o institutos norteamerican”modo de vida norteamericano“os con diferentes ofertas de
cursillos como por ejemplo, cursos de idiomas .Incluso, en ese
periódico había un anuncio donde te decían que podías aprender
chino en diez lecciones.
Muchos
de aquellos profesores que nos llegaban venían avalados
por una serie de títulos y
experiencias que uno no podía
menos que quedar impresionado. Incluso, según ese
mismo
periódico, el 16 de enero de 1926 un Instituto del norte
inauguró en el Gran Hotel una
Escuela Matrimonial, para
quienes se iban a casar.
Según
la prensa de la época, ese curso de verano estaba dirigido
a todas aquellas jóvenes, y
otras no tan jóvenes, que se encontraban
en vías de matrimonio. El
anuncio decía además que
esa escuela tenia la misión de entrenar a las
muchachas en prácticas de cuestiones
domésticas, al propio
tiempo que en asuntos sociales.
En el
precio de cincuentas pesos mensuales que tenia el curso, lo que en esa época
era
una pequeña fortuna, se añadía que en la moderna academia
las mujeres podrán
aprender, e incluso graduarse con
honores de todo lo concerniente al matrimonio, desde
los
manejos de la economía hogareña hasta hasta las posturas horizontales
que en la
intimidad son dables entre parejas.
Por
aquellos primeros años del siglo XX la mujer cubana estaba destinada
por lo general a
casarse, tener hijos y soportar, más que
bien, al marido “hasta que la muerte nos separe”.
Así
era la vida de la mujer entonces y por supuesto que no faltaron
los que quisieron
aprovecharse y educarla en como ser un
poco más esclavas.Por supuesto que esa noticia
sorprendió; Había entonces mucha
propaganda escandalosa norteamericana llegada
a
Cuba, ocupando todos los espacios disponibles. Esta escuela
era como una muestra del
”modo de vida norteamericano“.Por
eso este curso formó parte de una
cultura extraña que
nos quisieron imponer.
Así que
tal vez imaginaron que las cubanas apenas si sabían ser amas
de casa, o acaso no
tenían experiencia alguna y necesitaban
ser adiestradas. Los
temas ofrecían etiqueta,
formación musical, baile costura,
zurcido y bordado, cocina, lavado y planchado, formas
de
fregar la losa y los pisos y cómo ordenar una cama.
Y
además tenía asignaturas para leerle al marido en la cama, como
modular la voz, la risa y
los suspiros, y a la vez enseñaban
a organizar la despensa, salir embarazada, cuidar
los
niños ser fiel los principios que rigen la moral y las buenas costumbres.
Más no se podía
pedir. Pero
sucedió que de aquel curso de verano aquí en Camagüey no se habló
más, porque que nadie más volvió a mencionarlo.
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