En
una ciudad como la nuestra con cinco siglos de historia, no solo la
arquitectura es parte de su identidad, también hay espacios y
trazos, formas de pensar y actuar que se insertan en el conjunto
patrimonial de determinada generación cualquiera que sea el tiempo
que le tocara vivir.
Punto
de referencia para estas historias son igualmente nuestros barrios y
calles, elementos o sucesos vinculados a la arquitectura y aun a la
sociedad que en ella habitó y dió forma, dejando un trazo
significativo por lo que trascendio o representó.
Tenemos
como ejemplo a la mano la portada de Carrasco, lugar que llegó a
tener cierta fama, pués ya desde el siglo XVII se convirtió en
sinónimo de despilfarro para los habitantes de Santa María del
Puerto del Príncipe.
Esa
obra fue mandada a construir por el Ayuntamiento de la villa para
levantar una especie de portón como punto de entrada o salida de la
población sobre el puente del río Tínima, en el camino de La
Cachaza, principal vía hacia la costa sur y que hoy forma parte de
la carretera que lleva al municipio de Vertientes.
Pués
bien, para la edificar dicha portada se construyó una fábrica para
elaborar ladrillos y tejas aprovechando la proximidad del río y la
magnifica utilidad de la arcilla en el mismo sitio donde estaría el
portón. Ese lugar, conocido desde entonces como tejar de Carrasco,
es aun utilizado por numerosos tejares que se levantan en esa parte
de nuestra ciudad a pesar de los siglos transcurridos.
En
esa portada se gastó muchísimo tiempo y dinero y hubo presupuestos
que pasaron de uno a otro bolsillo sin que se llegara a colocar un
solo ladrillo en el muro. Tanto fue así que cuando algunos ediles y
comerciantes exigieron el fin de la obra, el señor alcalde hizo
actuar a los albañiles con tal premura para acallar las
reclamaciones que la obra, cuando parecía que por fin estaba a punto
de concluir, se derrumbó y ya no se volvió a hablar más del
asunto, a no ser desde entonces como irónica alusión al
despilfarro. Por lo que decir; “igual que la portada de Carrasco”
era alusión a dilapidar en una inversión inutil.
Pero
a lo que iba, es muy lógico que por su posición mediterránea y
centro de importantes haciendas, hatos y corrales ganaderos, Santa
María del Puerto del Principe fuera durante toda su etapa colonial
polo coincidente de caminos que intercomunicaban tanto con esas
fincas como con los embarcaderos costeros de Santa María, Santa Cruz
del Sur, la Guanaja y San Fernando de Nuevitas así como con otros
importantes poblados.
Muchos
de estos caminos entraban o flanqueaban la población y en lo actual
muchos se encuentran aun en uso o fueron incorporados a la trama
urbana al ser absorvidos por la expansión de la ciudad, tal es el
caso del famoso Callejón del Ganado, que fue tal vez el más
importante de todo pues enlazaba el Camino Real de Cuba que llegaba
desde Santi Spiritus con el Camino de Vuelta Arriba con destino a Las
Tunas y Bayamo. Trazos de ese camino ganadero nos quedan aun por los
reparto Guernica, Salomé Jayamá y La Esperanza.
Para
la ciudad tuvieron también mucha importancia los caminos del Buey de
Oro, allá por el este de la población y el del Guayabo o Pineda,
que va desde Caridad de Méndez hasta un antiguo abrevadero en el río
Hatibonico, por donde hoy comienza el reparto Puerto Príncipe.
En
uso también y al sur de la población se encuentran los caminos de
Camujiro y el de Paso de Piedra, el primero saliendo desde los
repartos Vista Hermosa y El Jardín y el otro extendido desde el
final de la calle de San Rafael , ambos se unen para dirigirse hacia
antiguas haciendas ubicadas proximas al río San Pedro.
De
comnotación ganadera fueron los caminos a Maraguan, en dirección al
este para remontar hacia Sibanicú y Cascorro y que al cruzar sobre
el río Saramaguacán vadea el paso de Las Clavellinas, lugar donde
se inició la gesta de 1868 en territorio camagüeyano. El camino de
Santa Bárbara, que salia desde un costado del leprosorio de San
Lazaro, terrenos urbanizados ahora por los repartos Previsora y
Porvenir, para ir a unirse con el camino de la Cachaza y donde aun se
encuentra en uso el puente sobre el arroyo del Brujo, obra construida
personalmente a mediados del siglo XIX por el padre Valencia.
Muy
transitado fue el Camino de Cuba, que se dirigia hacia Sancti
Spiritus y que a la salida de nuestra villa recibe el nombre de
camino de Cabeza de Vaca, este cruza el río Caonao para encaminarse
luego hacia Caobillas, San Geronimo y Ciego de Avila.
El
camino de Sabanilla se adentra rumbo a las llanuras de las cabezadas
del Tínima; hacia el norte está el del Jagüey, que al entrar a la,
ciudad conforma la calle Dolores Betancourt y por otro lado se suma
el tristemente célebre Callejón del Pollo, convertido hoy en la
Avenida Madame Curie,del reparto Previsora, lugar donde durante la
dictadura de Machado los órganos represivos asesinaron a numerosos
revolucionarios.
Pero
sin dudas uno de los que más historia guarda es el camino de La
Matanza, senda que dede La Vigía se dirige hacia al embarcadero de
La Guanaja en la costa norte, luego de trasponer el paso de La
Entrada, en la Sierra de Cubitas.
Les
contaré.
A
pesar de que en 1668 Henri Morgan pegó candela a la villa de Santa
María del Puerto del Príncipe, no parece que en la práctica hayan
sido muchos los estragos.
Puede
que el susto fuera mayor o que el informe a las Cortes se exagerara
en cuanto a los daños para recibir beneficios a vuelta de correos,
pues apenas cinco años después, ya la población se había
recobrado de tal forma que, a partir de entonces, consolidó su
economía ganadera y los ingenios azucareros comenzaron a proliferar.
En
1762 fue elegido como Alcalde Mayor Don Fernando de Agüero y Agüero,
capitán de milicias y criollo enérgico cuya primera disposición
fue la de crear un cuerpo de hombres armados cuya misión consistía,
junto a la exigua tropa que custodiaba a la población, prevenir todo
peligro de invasión por parte de piratas o soldados extranjeros y
manterner el órden.
En
dicha milicia debía prestar servicio todo principeño de 15 años
hacia arriba, sin distinción de títulos, profesión, raza o
solvencia económica. No podía ser de otra forma, Camagüey estaba
aislada en medio de un solitario e inmenso llano, por lo que, en caso
de ataque no podría recibir ayuda inmediata o efectiva.
En
la mañana del 22 de febrerro de 1679, alentado tal vez por la
fabulosa historia que de Puerto Príncipe tejiera Morgan de su
incursión, el no menos filibustero francés Francois de Granmont, al
frente de una turba de piratas de todos los tipos y colores, asaltó
la aldea de La Guanaja, saqueando e incendiando el entonces más
importante puerto del terrritorio. Luego, seguros de su fuerza, se
dirigieron hasta la entonces desprevenida Puerto Princípe y ya al
amanecer del 23 el bandidaje estaba a punto de pentrar en la villa
por el camino de La Matanza.
Más
quiso la suerte que a esa hora el prebístero Francisco Galcerán
saliera de recorrrido desde Puerto Príncipe fin de visitar distantes
feligrecías de su parroquia. En la sabana Galcerán descubrió en la
bruma la tropa enemiga y sin ser visto torció riendas y regresó a
las cuatro patas de su mula “Picardía”, entrando por la calle
principal con los gritos de: “!!!Piratas por La Matanza, que lo
dice el padre Galcerán!!!”
Imagínese
usted esa noticia y a esa hora.
Rápidamente
se concentró la tropa frente a la casa del Ayuntamiento
disponiéndose que, dada la inmediatez del enemigo, se instalaran
emboscadas en diferentes puntos dentro de la villa.
A
media mañana el primer encuentro se originó en torno a la plaza de
armas (actual Plaza de Maceo) lugar hasta donde los asaltantes, que
habian entrado a la población sin hallar resisterncia fueron
sorprendidos retirándose y dejando por tierra algunos muertos y
heridos. Estos ultimos fueron capturados y ahorcados allí mismo.
Defendida
la zona central de Puerto Príncipe, el enemigo instaló su defensa
en las márgenes de una laguna existente a poca distancia dedicándose
a saquear los alrededores, pero sin intentar avanzar hacia el centro
de la población. Al cabo, temerosos los franceses de verse rodeados
en territorio extraño, se retiraron al amanecer del 24 llevándose
un regular botín.
Decididos
a disputarle el paso, los principeños con Don Fernando a la cabeza,
tomaron por La Matanza y adelantaron camino a los piratas,
sorprendiéndoles en el desfiladero de La Entrada, choque fue de tal
ferocidad, que los piratas dejaron 70 muertos antes de poder abrirse
camino y alcanzar sus naves ancladas a pocas distancia de La Guanaja.
Por
su parte la fuerza principeña perdió 69 de sus bravos vecinos,
incluyendo al esforzado Don Fernando.
Esa
fue la ultima incursión pirata que se les ocurrió realizar a los
“Hermanos de la costa” a nuestra villa, pues desde entonces,
aunque hubo amagos, ningún otro bandido, por corsario o pirata que
fuere, se le ocurrió colocar un pie en la tierra puertoprincipeña.
Otro
célebre camino, este con perfume de historia romántica, es el de La
Caridad y que desde siempre formó parte del Camino Real de Cuba o
Camino de Vuelta Arriba.
La
Caridad partia desde el puente sobre el Hatibonico hasta llegar a una
ermita construida en los terrenos de la finca del coronel de milicias
Don José Antonio Bringas, dedicada a la vírgen de la Caridad del
Cobre desde alli en lo adelante continuaba como Camino Real de Cuba.
Para
el l841 el coronel Carmelo Martínez, correcto Teniente Gobernador de
la villa y enamorado caballero de una hermosa camagüeyana vecina
precisamente de esa calzada, decidió pasar la mayor parte de su
tiempo cerca de ella e hizo mejorar el camino que se dirigía a la
ermita, convirtiéndola en avenida y dotándola de alameda central,
jardines, bancos de piedra y la siembra de gran cantidad de árboles
de mangos traídos de las fincas vecinas, los que se desarrollaron
con vigor y sombrearon la alameda, por lo que desde entonces comenzó
a ser conocida como la avenida de Los Mangos, aunque su nombre
oficial era el de La Caridad.
La
historia de estos amores con la camagüeyana fue muy hermoso, pues el
teniente gobernador intervino en más de un duelo defendiendo de
otros pretendientes a su amor e incluso estuvo a punto de renunciar a
su cargo con tal de no ser trasladado de Camagüey a otro territorio,
como periodicamente se hacia entre los tenientes gobernadores de
provincias. Entonces Don Leopoldo Ó Donnell y Jovas, entonces
Capitan General,de la isla, con tal de no deshacerse de tan buen
oficial, le comunicó que acabara de casarse con la criolla para
poder enviarlo con su nueva familia a otro destino, o seria juzgado
por insubordinación. Finalmente, como un cuento de adas, fueron
felices y comieron perdices.
Luego,
muchos años después, a la conclusión de la Guerra de
Independencia, el Tercer Cuerpo del Ejercito Libertador entró a
Camagüey por esa vía y desde entonces fue para siempre
la avenida de La Libertad.
Permítanme
apuntar como dato curioso para la historia lugareña, que no fue un
cubano, sino un español, el primer mambi que penetró en la ciudad
por esa alameda al frente de la caballería insurrecta. Este fue el
teniente del batallón de Cádiz, Don Antonio Arribar, quien un buen
día con caballo y armas se había pasado al Ejército Libertador al
iniciarse la guerra de 1895, pero esa es otra histroria que bien
merece ser contada alguna vez.
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