En sus
orígenes la vida bohemia hizo alusión a las costumbres de los
gitanos procedentes de la región de Bohemia, reino histórico de la
actual república Checoslovaca, quienes a mediados del siglo XIX se
asentaron primero en Francia y luego se dispersaron sobre Inglaterra,
Italia y España, de donde pasaron a la América.
Se supone
que el típico bohemio es un individuo con vocación de artista, de
aspecto despreocupado, apariencia llamativa pero desordenada, ajeno
al comportamiento, etiqueta, estética y obsesión material que el
bohemio considera superficial desde una perspectiva romántica,
defendiendo su permanencia en el mundo de las ideas, por lo que han
estado presente en todas las épocas como un modelo de alternativa
social. Esa conducta ha promovido un movimiento cultura, o sub
cultural, que ha originado numerosa música, literatura y pintura,
aunque algunos filósofos consideran que la bohemia no es otra cosa
que la miseria disimulada con cierta belleza. El hambre sobrellevada
con humor.
Cuba no
estuvo exenta de esta influencia que nos llegó desde Europa y de la
cual Camagüey recibió tales ráfagas de vida bohemia que por
generaciones la hemos tenido presente en alguna forma, incluyendo
días como hoy.
En
nuestra ciudad fueron, (¿o son?) cultivadores de la vida bohemia en
especial periodistas y seudo literatos, artistas del pincel y músicos
en el staff de los trovadores, aunque estuvieron representados en
todas las diferentes ramas de la vida “culturosa” lugareña.
Entre los periodistas todo comenzó con la vida noctambula de los
periódicos, y los cronistas sociales, involucrados estos en largas
prosas que solían ser escritas, leídas y discutidas sobre la mesa
del café mas próximo a la redacción.
Navegaban
muchos colegas de aquella época de la primera mitad del siglo XX,
entre cuartillas permeadas de aquel romanticismo que buscaba la
libertad de formas en perpetua evocación a lo Amado Nervo, Gustavo
Adolfo Bequer y Alfred Musset entre otros, dándose a la manilla de
cubrir sus aciertos o desaciertos con seudónimos galantes como El
Príncipe azul
, El
Barón de Bronce,
El
Caballero bohemio
y Felipe
León de Cassy,
por solo citar unos pocos, claro que también entre las mujeres las
hubo como Madre
Selva,
Flor
de Azahar y
La marquesa de Montparnase .
Para
nuestro centro urbano resultaba ambiente habitual de bohemios
lugareños el café Imperial, amplio salón con sillas de hierro y
mesas de mármol situado en República y el callejón de Binicia
Perdomo, (el callejón de los gatos) donde se reunía la plantilla
de los periódicos El Camagüeyano y El Noticiero, quienes casi
siempre amanecían allí enfrascados en bizantinas discusiones con lo
mejor de la actualidad social. Algunos escritores y periodistas en
ciernes iban allí en busca de un mecenas que les pagara un café y
una “media noche”, mientras en retribución ofrecían sus poemas
o leían el ultimo capitulo de una novela siempre inconclusa.
Otros
tenían su cubil de 24 horas en El Chorrito, en Cisneros y Hermanos
Agüero, donde también echaban ancla jóvenes juristas y pintores
sumados a esta cofradía unos por su proximidad a la Audiencia y
otros a la Colonia Española, donde existían talleres de pintura con
alguna atractiva modelo. La marquesina del Gran Hotel o el Parque Bar
(actualmente La Volanta) era el sitio de los bohemios distinguidos,
(también los había), quienes girovagaban en torno al Liceo de la
ciudad y la Casa Cabana, que era un importante centro de música
(ocupada hoy por la Casa de La Trova) para escribir sus crónicas
sociales con siempre intachables caballeros sportman chic, nobles
damas, señoras esbeltas o figulinas de alabastro. que no dejaban de
aparecer en las paginas de cada día.
Pero para
los bohemios bulliciosos, especie que es la que al parecer ha
pervivido hasta nuestros días, capaces de suspirar con la prosa de
Rosalía de Castro pero nada melindrosos a la hora de emprender una
ronda de cubilete, estaba el inmenso mostrador de madera del bar
Jerezano en la calle Maceo y donde alguna vez tendremos que colocar
una tarja por las tantas figuras de la vida bohemia que descargaron
allí . Y ahora les digo que los mas románticos de todos los
bohemios, los que necesitaban de la naturaleza para su inspiración
divina, realizaban de costumbre sus tertulias en Los Aires del bar
Casino, allí mismo, cerca del río Hatibonico a las puertas del
Casino Campestre, a donde llegaban en tranvías Vigia – Plaza de La
Caridad.
De la
vida bohemia de finales del siglo XX será preciso hablar porque ello
cubrió una importante etapa de la vida social camagüeyana, pero
esta la dejamos para algún capitulo siguiente por deslindarla de
esta la vida bohemia contemporánea que resbala sobre el picuísmo
con titulo universitario. No con aquellas carencias de café con
leche y oportunidades de futuro que lanzo a tantos al olvido, pero si
con tan petulante presencia que apenas si tienen tiempo de escucharse
a si mismo.
Hoy no
hay cafetines ni tabernas de romántico ambiente y hasta el
noctambulo trovadoresco se ha perdido de las calles , los bohemios de
días como hoy pulular en cuanta galería de arte se abre, en cuanto
concierto musical, conferencia, conversatorio o lanzamiento de
libros se presenta, no tanto para ser cultivado sino para hacer
número y estar ahí en chabacanas tertulias donde no es precisamente
el romanticismo lo que inspira. Por supuesto, no en pocos casos
están presentes para que la gente crean que son alguna cosa. Y
caramba. !que cosas hace la gente que se cree cosas!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario