Dos
damas se encuentran en la calle. un viene vestida de negro riguroso y
la otra, que no se quiere la lengua le comenta ; “!que
flaca de te ves mi amiga!”.
La otra inocentona le responde; “Es
que con el negro me veo así”.
A lo que la víbora le dice; “!Pues
búscate un blanco porque ese negro te va a matar!” .
Yo
estaba leyendo ese chiste cuando recordé que en la gaveta de mi
papeles guardo una nota que tiene que ver con mujeres y con colores
Les
cuento;
El
Dr. Rene Bourguet fue un famoso magistrado de nuestra ciudad y
numerosos abogados jóvenes entonces deben mucho de su experiencia a
los consejos que aquel siempre les daba.
Allá
por el medio día de la década de los años de 1940 se iniciaba en
la profesión con todo el romanticismo y la persistencia que siempre
acompaña esos momentos iniciales el Dr, Luis Cruz Ramírez, quien
andando el tiempo resulto un prestigioso letrado y notable cronista
del periodismo.
En
una oportunidad y por aquella época cayó en sus manos de Cruz
Ramirez el caso de Telma la
portuguesa
y decidió desde un inicio hacerse cargo del proceso.
Telma
podría definirse, recordando unos antiguos versos, como “una flor
de carne que marchito el placer”. Llegada a Cuba desde Lisboa con
16 años de edad en busca de futuro fue a trabajar como domestica en
una casa bien de La Habana, pero quiso el destino que el “señorito”
de la familia se enamorara de ella y luego de mil y una promesa
abandono a su suerte a la infeliz portuguesita, por lo que la
muchacha comenzó a rodar cuesta abajo hasta que se trasladó a
nuestra ciudad donde se inicio en el ejercicio de la prostitución y
con algunos ahorros abrió un prostíbulo.
No
le fue mal su labor y la casa de Telma comenzó a disfrutar de
popularidad.
Sin
embargo, en una de las periódicas batidas que se daban para sanear
el ambiente, Telma fue procesada por proxenetismo y es cuando el Dr.
Cruz se hizo cargo de su defensa, colocando todo su empeño de
abogado joven en aquella causa que le conmovía.
En
el curso del acto presidido por el Dr, Bourguet, el joven abogado
probó como aquella mujer extranjera, deseosa de trabajar y
rehabilitarse había tropezado siempre con hombres prestos a hundirla
mas en el fango y que ella, débil y sola, no había tenido otra
opción que salir a luchar por la vida con la única arma que
conocía, su belleza. Sin dudas que el Tribunal conmovido por la
disertación comprendió la tragedia y la mujer fue exonerada.
Meses
después el caso volvió a repetirse y otra vez la Portuguesa salio
sin culpas ni penas taconeando su belleza, porque muy bella era decia
la prensa de la época.
Luego
de uno de estos juicios al que acudia mucho publico para ver a la
mujer y como actuaba la defensa, y ya en el pasillo el Dr, Bourguet
llamo al abogado defensor aparte y le dijo con voz persuasiva, “Te
esta saliendo muy bien el drama, pero trata que no venga mas aquí tu
portuguesita”
.
Y
paso el tiempo. Hubo otros muchos procesos y Telma volvió a caer con
otras acusaciones, nuevos juicios y otras multas.
Volvió
Cruz Ramírez a ocuparse de esta mujer haciendo firme que cuando un
abogado toma en sus manos un proceso de defensa tiene el deber de
agotar todos los medios en beneficio del cliente, quien a su vez
coloca su libertad en sus manos como el enfermo coloca en manos del
médico su salud.
Para
el día de este ultimo juicio el abogado oriento a Telma utilizar
otro apodo que nada hiciera recordar a la portuguesa, vestirse con
elegancia, adoptara posiciones diferentes y se tiñera la cabellera
para que Bourguet y los otros magistrados no reconocieran a la
persona que había sido juzgada otras veces,.
Y
en efecto el día de la vista el Dr. Cruz , al igual que todos los
presentes en la sala, quedaron sorprendidos ante la presencia de la
hermosa mujer que entró a la sala y ocupo con prestancia el sitio de
los acusados.
A
partir de allí el juicio se desarrollo tal y como había previsto el
abogado defensor. Ante la ausencia de pruebas el Dr, Bourguet, dijo;
“Habiendo
el fiscal retirado las acusaciones contra usted, la Sala no hace uso
del derecho que le franquea la ley y la absuelve.....Hizo
un breve silencio y luego dijo
“Pero para la próxima vez no se tiña el pelo de rubio, que no le
asienta”.
Al
Dr. Bourguet no había forma de pasarle gato por liebre.
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