El
31 de octubre de 1929 el periódico provincia EL Camagüeyano destacó
en un cintillo de primera la siguiente noticia;
"Muy
pronto una magnífica fábrica de aviones será instalada en el
pueblo de Esmeralda"
Para
muchos de aquella época aquello debió parecer una página de
ciencia ficción. ¿Una fábrica de aviones en Esmeralda? ... ¿Y
para qué necesita Esmeralda una fábrica de aviones?.
Pero
la cosa no podía tomarse tan a la ligera. La noticia era cierta. La
declaró el prominente hombre de negocios Mr Powley en conferencia de
prensas ofrecida en el roof garden del Hotel Camagüey, y por
supuesto todo el mundo sabe que los prominente hombres de negocios
norteamericanos dicen cosas serias.
Powley
aparecía como representante de cierta compañía norteamericana
constructora de naves aéreas, quien dijo encontrarse en nuestra
ciudad junto a otros empresarios para explorar las posibilidades
que le podía ofrecer Cuba en la fabulosa inversión .
Esa
fue la oportunidad en que la Cámara de Comercio e Industria de
Camagüey convocó a los periodistas para, entre trago y trago, dar
a conocer la buena nueva.
Según
las declaraciones, la importante empresa tendría a su cargo la
construcción de la fábrica en terrenos ya seleccionados junto a la
línea del ferrocarril del norte, y casi en el centro del pueblo.
Mr, Powley vaticinó un luminoso porvenir para la provincia, en
especial para Esmeralda, territorio a quien conocería en breve,
porque aunque se identificó como propietario de algunas colonias de
caña, asociado como estaba a la compañía del Central Cunagüa -
Jaronú Sugar Co. aun no las había visitado personalmente, cosa que
según dijo a la prensa, realizaría en breve para compenetrarse con
ese simpático y próspero pueblo.
Por
esa fecha ese prospero pueblo de Esmeralda tenia 6 mil habitantes, de
los cuales el 80 por ciento se dedicaba a la agricultura y el grado
de miseria rondaba el 91 por ciento de la población general.
El
empresario expresó además que el monto de las inversiones se
dejaría sentir sobre la tierra cubana ya que la nueva fábrica, que
dentro de poco comenzaría a levantarse, se encaminaba a ampliar las
vías aéreas del mundo.
El
yanqui recalcó la inenarrable prosperidad que se disfrutaría con
una fábrica de aviones en Esmeralda, prueba del amor y respeto que
los intereses norteamericanos sentían por la isla de Cuba
Por
supuesto que tras la noticia y el asombro inicial, siguió la alegría
de tener a mano tanto desarrollo. Ditroi se iba a quedar chiquita
junto a Esmeralda. Ya ustedes verán
Pero
bueno, entonces surgió una duda. En verdad varias dudas. ¿Y vamos
a ver, quién en Esmeralda sabe hacer un avión?
El
Ayuntamiento del municipio hizo una rápida encuesta para conocer
cuántos sabían hablar y escribir perfectamente el inglés y más o
menos bien el castellano. ¿Cuántos podían ser obreros calificados
o al menos tenían cierto barniz técnico? . ¿Cómo preparar a
todos aquellos que se sumarían a los centenares de trabajadores que
allí se iban a necesitar?
Mientras,
comenzaron a parcelarse tierras, se diseñaron repartos y parques.
En verdad ya se veía una nueva vida a la mano.
Paso
el tiempo pasó y pasó un águila por el mar.
En
definitiva hubo que dejar las cosas como estaban porque aparecieron
en la encuesta demasiados guajiros depauperados y sin tierras que
podrían darle un mal aspecto al negocio de aviones, además de la
mucha gente que andaba sin saber leer ni escribir. Lo peor fue que
aparte de los directivos del central Jaronú, los únicos en hablar
con fluidez, aunque no siempre escribir bien el inglés eran los
los jamaicanos indóciles. Y del español, ni se diga.
Al
cabo, y de forma tan sorpresiva como llegó a nuestra ciudad, así se
esfumó Mr. Powley, los socios empresarios y su fábrica de aviones.
Jamás
volvió a saberse de él y aun hoy a más de 70 años de por medio
para algunos, aquello pudo ser una tremenda tomadura de pelo.
Pero
Mr. Powley no era tan bromista y mucho inocente, sucedía que
por esa época algunos cubanos de iniciativa, entre ellos Manuel
Munero, jóven mecánico ciegoavilence, había logrado construir un
avión y realizar pruebas exitosas. Esa irrupción de Cuba en la
industria aérea no podía en modo alguno ser permitida por la
industria yanqui que recelosa decidió cortarle el vuelo a la nave
cubana, a la que saboteó a la primera oportunidad y lanzó la
campaña de la fábrica de aviones a fin de minimiza el esfuerzo
criollo y quitarle toda ayuda que pudiera haberle ofrecido el
gobierno cubano.
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