“Si usted puede probar que es realmente blanco, es varón, cree en el Todo Poderoso y desea defender la santidad de su hogar, le conviene cerrar filas en el Palacio Imperial Invisible de los caballeros de Ku Klux Klan.
“Emperador, Robert B. Anderson; Supremo Jefe Ejecutivo, Ángel López”
No había bromas. Tampoco entonces las cosas estaban para juegos. No por gusto los prietos del barrio se erizaron cuando la prensa local destacó la noticia de que en Camagüey, y por vez primera en Cuba, se había fundado, con todas las de la ley, una secta klanista al mejor estilo de Lousiana.
Corría el mes de agosto de 1929 y los caballeros del Ku Klux Klan llegaba entrenando pavorosos capuchones durante una anunciada asamblea de constitución donde, por lo menos se iban a merendar al primer par de negros o mendigos que encontraran a mano. Fue por eso que así ataviados, orgullosos de la iniciativa, posaron para la cámara. Esa foto fue luego exhibida en la vidriera del estudio fotográfico que existía en la actual calle de Ignacio Agramonte, estimulando a quienes reunieran condiciones para inscribirse de inmediato en ese mismo sitio.
La tortuosa política yanqui dio un nuevo paso de penetración en el país con el beneplácito del gobierno cubano, regido entonces en la fase más escabrosa del dictador Gerardo Machado.
La punta de lanza, el agente norteamericano Mr. Anderson, radicado en nuestra ciudad con una óptica como pantalla, era en realidad miembro de la secta del sur de los Estados Unidos y llegó con la misión de pulsar realizar una intencionada campaña proselitista, dirigida en especial a captar jóvenes de las clase media, comerciantes y connotados reaccionarios y pro yanquis de los que nunca nos faltaron.
Otro anuncio en la prensa local argumentó:
“Nuestro objetivo es unir a los varones cubanos que creen en el Todo Poderoso, cultivar la obediencia al Gobierno de la República, defender la santidad del hogar, proteger al débil, aliviar los agraviados, socorrer a los dolientes, fomentar y proteger la escuela pública…”
Como se aprecia por esta santifica información, parecería que el Klan representaba a un grupo de hermanitas de la caridad en plena entonación de villancicos. Más e aquí que a punto y seguido añadían:
“¡Guerra sin cuartel a los extranjeros y católicos, exterminio a la raza negra para restablecer el reinado de la raza blanca, eliminación de parásitos sociales, tales como mendigos, y aquellos que no tengan ningún tipio de recursos, a los que violen las Leyes del Estado, y en fin, a los que contradigan las normas de la sociedad blanca!”
El revuelo en nuestra ciudad fue total, pues la forma en que proponían la profilaxis social no solo preocupaba por la amenaza de violencia sino porque blanco, lo que se llama blanco, aquí nadie puede meter la mano en la candela por nadie.
Las autoridades ensayaron soslayar el caso pues según argumentaban, las leyes permitían la asociación, siempre y cuando no contradijeran las buenas costumbres y, por lo que se veía, los kaballeros eran un dechado de virtudes, por otra parte aquella intensión de eliminar negros y desocupados era una buena oportunidad para deshacerse de revolucionarios y antimachadistas.
Con todo, los lugareños enfrentaron los propósitos de los klanistas quienes, incluso, llegaron a las amenazas de desatar las “furia del Reino Invisible”. La ciudad de Camagüey no cedió y por algunas semanas se suscitaron protestas que fueron subiendo de tono.
Finalmente las cosas llegaron a ponerse de tal forma que el propio dictador ordenó una investigación y al cabo, para apaciguar los ánimos cedió, pero fueron tan analfabetos y burdos que acusaron a aquel Ku Klux Klan como organización de comunistas encapuchados.
Del caso se ocupó la Policía Judicial, quien por varios días se dedicó a investigar a algunos directivos de aquel KKK a la camagüeyana. Finalmente, el 28 de agosto apareció una declaración de los kaballeros en la que decían que nada tenían que ver con los klanistas de los EE.UU. Añadiendo Mr. Anderson que lo único igual eran las ceremonias, vestuario y buenas intenciones para con la sociedad y la moral. De todas formas el 6 de septiembre de ese 1929 se ordenó la disolución del KKK al considerarse una institución no grata a los cubanos.
Luego se supo que la Judicial había ocupado en la vivienda de Mr, Anderson, y en las viviendas de otros de sus colegas, algunos objetos rituales paras aplicar “pacíficamente” sus doctrinas educativas, entre estos objetos había manoplas, látigos, cuerdas y una buena cruz de madera a la que pensaban pegarle candela a la primera oportunidad, con un buen linchado de por medio, que era lo bueno.
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