Poco antes del amanecer del jueves santo 29
de marzo de 1668, soñoliento aun y al paso de su mula
Picardía, el presbítero Francisco Galcerán abandonó la villa de
Santa María del Puerto del Príncipe y por el camino real de La Guanaja
enfilo hacia su destino, la periódica visita que realizaba a sus
feligreses en Hermita Vieja, ranchería recostada en el flanco sur
de la Sierra de Cubitas.
Don Francisco dejo detrás la loma de Santa
Teresa de Yucatán, cruzo el nacimiento del río Máximo y se adentro
en la sabana que siempre, para los amanezcos se cubre de niebla.
Cosa de dos leguas de la población algo llamo la atención del
religioso que le hizo recortar riendas para escabullirse tras un sao.
Asustado mas que alarmado Galcerán descubrió en la bruma una tropa
enemiga que despreocupada avanzaba hacia Puerto Príncipe. Sin ser
visto torció riendas y a las cuatro patas de Picardía entro a la
villa por el camino de la Matanza con los gritos angustiosos de:
“!!!Piratas por La Matanza, que
lo dice el padre Galcerán!!!”