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La inauguración del teatro Apolo

Uno de los cines más famosos de nuestra ciudad en todos los tiempos, luego del teatro Principal, lo fue Apolo.  Cuando en 1962 se clausuró, detrás quedaron 53 años de gloriosa existencia aun discutible.  Lo curioso es que luego de esa clausura oficial el edificio del Apolo funcionó por unos pocos años más como heladería, pero sin oportunidad ninguna de continuar con sus bullangueras tertulias y matinées de fin de semana donde se reunía lo mas granado de la muchachada lugareña.

Te contaré que el cine teatro Apolo se inauguró en la noche del domingo 21 de febrero de 1909. A pesar de la lluvia, decenas de personas se agolparon en la calle de República esquina a Finlay, esperando poder entrar al moderno edificio de dos plantas concluido en solo siete meses, propiedad de los empresarios Andréu, Díaz y Estévez. El escenario fue muy amplio, según los requerimientos de la época,  y su embocadura se decoró con arte, luciendo como telón de fondo una hermosa cortina de peluche amarillo con cordones de plata.  El decorado del salón era de tonos blancos, con originales adornos dorados y multitud de lámparas de dos brazos.

La capacidad de este teatro oscilaba de 600 a 700 personas distribuidas en una sala de dos plantas, con lunetas y galería, poseía además cómodas butacas y doce elegantes palcos a la derecha e izquierda del escenario. La función del 21 de febrero la inauguró el transformista e imitador Colombino, genial artista cubano que por entonces disfrutaba de popularidad y éxito total en La Habana. Esa noche en Camagüey se presentaron las obras El Camaleonte y Drama Conyugal, esta última del escritor camagüeyano José La Presa, quien era a la vez el guionista de muchos sainetes jocoserios representados con éxito en el teatro Principal.

Después se proyectó la película silente titulada El hombre de los guantes blancos. A cargo del equipo proyector de fabricación francesa, Pathé-Frere, y que entonces era uno de los más modernos en su tipo, estuvo ese día el joven Israel Gracía.

El teatro tenía una particularidad, y era que contaba con dos entradas; la de los palcos y gradería por el callejón de Finlay y el de lunetas (planta baja) por la calle República, que era donde estaba la taquilla, sin embargo, un detalle en contra era que este teatro no tenía ventanas, por lo que había que recurrir a ventiladores eléctricos.

Sobre el 1950 el vestíbulo se le alquiló a la firma  Manzanares – Milk, quienes instalaron la primera heladería de su tipo en Camagüey, pues también incluía comidas ligeras y dulces.

Después, ya se sabe, el tiempo implacable y el abandono terminó con la existencia de lo que fue uno de los más selectos centros de reunión de la juventud, donde, por diez centavos, veíamos dos películas, dibujos animados, avances y una aventura seriada con indios, cow boys, las luchas interplanetarias. El Fantasma, El príncipe Valiente o Tarzan, era igual para los muchachos. 

Aun la estructura exterior del inmueble atrae a los paseantes por sus clásicas líneas de aquella histórica y romántica arquitectura del art nouveau, y hoy  incluso, con todos sus años encima, se le considera entre los edificios de estilo más hermosos de la ciudad.

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