Allí esta el vendedor del pan con lechón, o lo que es lo mismo, el comerciante de lechón asado con pan.
Y mejor aun, para que la gente no crea que somos arcaicos, ahí está el proveedor de Breat with pig roast a five fula. Que es lo último de la onda marketing. Como para que los extranjeros crean que somos extranjeros.
Allí está diseccionando el cerdo. Tirita a tirita. Chaca, chaca, chaca. Troza con el cuchillo. Chaca, chaca, cha. Desmenuza la carne, la aprieta, hace montoncitos. Los esparce con la mano, se la unta al pan, Chaca, chaca, chaca. Esta sudando, se pasa el dorso de la mano por la cara, no importa, es el dorso. Desmigaja y parece que con el cerdo se hace el milagro de los panes y los peces porque la producción de pan con pork no parece tener fin.
¿Porqué vamos a ver, cuántos panes con lechón asado se sacan de un lechón asado de, digamos, 60 libras?
Solo ellos lo saben. Es un secreto familiar. Secreto guardado en caja fuerte. Como la formula de la piñita Pijuan. Eso dicen. Usted les pregunta y si acaso se encojen de hombros. Unos cuantos, apuntan para despistar. Pero ellos si saben. ¡Claro que lo saben!
Ahora el hombre tiene ganas de ir al baño. Aguanta. Alguien viene a comprar su pan con pork. Vaya. Agarra. ¿No hay papel, ni servilleta? ¿Ni un cartoncito? ¿Qué tu quieres mi hermano, también una bolsita de nylon por cinco cañas? El tipo paga y se va por disciplinado que somos los cubanos y porque no hay otra opción. ¿Qué va a hacer a esta hora, levantar un polvero? Camina dos pasos y abre temeroso los dos medio panes para comprobar si hay carnecita. Si, por lo menos hay algo. Un par de cachitos.
Pero el gastronómico de nuevo estilo tiene que ir al baño. Llama al socio que esta sentado a su lado contando dinero y que acaba de recoger a lo largo del contén de la acera unos vasitos plásticos. Desechables. Para vendérselo al hombre del granifrío que esta en la otra esquina. ¿Hay que defenderse, no? Además están como nuevos. Aguanta aquí un momento que voy al pipirum. Y el otro, que no está en ná. Agarra los ripios de carne, los condensa, estruja, hace pilitas, los pasa por el pan para que traben el olorcito. Chacha, chaca, chaca. Regresa el socio del socio que viene feliz del pipirum y agarra los panes y va insertando cachitos de lechón.
Otro cliente. ¿Cuánto? Cinco cañas. ¡Ñooooo! Oiga, aproveche porque nadie sabe. Dame uno páver. Agarra con la mano el pan, la grasa, la carne, el sudor, el sebo, los vasitos plásticos, el pipirun, y el angelito aquel se lo come todo.
Por fin llega un inspector. Por fin un inspector. Observa el cuadro.
¿Porque no le dice que utilice tenedores o guantes o palitos de tendedera para lasquear, (¡Que eufemismo este, lasquear!), o que se coloque un tapabocas, no tanto por la gripe viral sino porque el lunchero (otro eufemismo de los buenos) habla, tose, se ríe y escupe sobre el Breat with pig roast a five fula.
Pero no. El inspector no se ha fijado bien en esas boberías. No baja a esas minucias. Lo de él es combatir lo mal hecho, la falta de higiene, los ilegales, los tránsfugas, los daños al patrimonio, la basura en la calle. Pide facturas y licencias. El socio seguro de sí abre una cartera que lleva a la cintura, se limpia los dedos con un trapo con el que a ratos, cuando le parece, atropella alguna mosca dispersa y se los entrega al inspector. Ok. Todo en orden. Y el inspector se va, se va, se fue… Va para la otra cuadra donde le tiene echado el ojo a un viejo que esta vendiendo limones a peso, porque ese sí que infringe normas de la economía popular. ¿De dónde abra sacado los limones? y puede que también atente contra la salud. ¡Vaya usted a saber cómo están esos limones! Mientras, el socio uno sigue en su chaca. chaca. Chaca, y el socio dos cruza la calle a recoger dos vasitos que acaba de ver tirados en la alcantarilla.
jajajajajjaa, me ha gustado mucho este artículo, espero que sigas poniendo trabajos como este sincero y carismático....Felicidades...Mua
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