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Las guineas de Cádiz

Relatan las crónicas que en el Puerto Príncipe del 1890, eran famosas las retretas que cada domingo por la mañana, luego de la misa en la iglesia catedral, ofrecían en la Plaza de Marte las bandas de música de los batallones de Zaragoza o de Cádiz.

Desde horas tempranas se reunía numerosa juventud en el parque, representada en especial por camagüeyanas de elegante porte, muchas de ellas pretendidas por jóvenes oficiales españoles de vistosos uniformes, acomodadas ellas en los bancos bajo la sombra de árboles y ellos a contornear las aceras, mientras la banda interpretaba los mejores pasodobles de la época.

Llamaba por esa fecha la atención la costumbre de que cuando el Batallón de Cádiz  llegaba en perfecta formación a la plaza desde su cuartel situado entonces en la calle Mayor y San Ignacio (Cisneros y Hermanos Agüero), una de sus escuadra venia acompañada por diez o doce guineos que, junto a los soldados, se mantenían como marcando el paso, tanto en la marcha como al ritmo de los himnos.

Luego de una vuelta de ceremonia y demostración de su marcialidad por el parque, la columna penetraba en la iglesia para participar en la misa y los guineos permanecían tranquilos  junto a ellos, hasta que terminaba la ceremonia y la tropa salía a pasar algunas horas en el parque, momento en que, como ellos, se desbandaban los guineos por los alrededores.

Luego, al llamado de la corneta, la tropa se reunía y tornaba a sus cuarteles, marchando  los guineos junto con la escuadra manteniendo el paso como siempre.

Según la historia, esos guineos hacia mucho tiempo estaban en el batallón, pues incluso habían venido con  el ejército español desde  Puerto Rico, lugar de anterior estancia de esa tropa antes de pasar a ocupar la plaza de Puerto Príncipe.

Un ritmo que bien lo marcaban los guineos al caminar, porque al parecer era de su gusto y a la vez la preferida de todos, fue una especie de danza,  una de cuyas estrofas decía; "Sin tener un medio, se casó José/ que bruto es. /Así lo quiso su consorte, Inés, / que bruta fue. /Ambos bendicen su feliz unión, / que brutos son. /Así se casa media humanidad, /!que brutalidad"!

Un día, y cuando se encontraban en la cima de la popularidad, le llegó el fin a la escuadra de guineos militares, pues estando correteando por uno de los almacenes del cuartel, les cayó encima una estiba de catres de campaña que los aplasto a todos.

Mucho en verdad sintió el pueblo principeño la desgracia de aquellas aves que tan simpáticas resultaron a todos por su fidelidad y marcialidad, aunque de seguro que mucho más la lloraron los jóvenes quintos españoles de Cádiz. Aunque no por mucho tiempo, porque pronto se reiniciaría la guerra en Cuba.

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