La deuda del arquitecto Boemi



Sin dudas todos los camagüeyanos conocen el conjunto escultórico al Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, situado en el parque central de la ciudad,
Esa es la obra del famoso escultor italiano Salvador Boemi, quien en su país esculpió y fundió la estatua en diferentes piezas trasladándola a Camagüey donde fue ensamblada.
Lo interesante es que aun estamos esperando algunas partes de ese conjunto que faltan a la obra y que por demás nunca llegaron a nuestro país.

Sarito, ¿Bandido o víctima?


Sarito fue un interesante personaje camagüeyano de la decada de 1920 que apenas si tuvo tiempo de hacerse célebre.
Su vida fue fugaz. Nació en nuestra ciudad, fue trabajador agrícola y busca vidas. A los 22 años ya era desertor del Ejercito Constitucional y a los 24 fue muerto en una emboscada sin haber asaltado, secuestrado, robado o asesinado a nadie a pesar del siniestro cartel de bandido con el que se rodeo su figura y que es con el que ha llegado a nuestros días, aunque son pocas las personas que le recuerdan a pesar de las muchas leyendas tejidas en torno a su persona.
De carácter independiente, decidido y alegre Hermenegildo Seara Plaza, “Sarito”, fue un joven soldado que debido precisamente a ese carácter pronto tuvo problema con algunos superiores. Castigado varias veces por indisciplina, un día decidió desertar llevándose consigo las armas y escondiéndose en la entonces intrincada zona del sur de Vertientes, lugar que conocía perfectamente. Sarito, que no pretendía ser bandido ni mucho menos se dedico a vagabundear por la comarca ganándose la confianza del campesinado que en todos los casos le protegían. Fue precisamente esa relación la que inquieto a los grandes terratenientes, preocupados por los simpatizantes y seguidores que iba conquistando el ex militar. Al final le pusieron precio a su captura.

El primer boletin meteorológico


 
 
El 12 de septiembre de 1875 fue publicado, en los diarios de La Habana, un comunicado dirigido a alertar a la ciudad sobre la proximidad de un huracán que debía cruzar por sus inmediaciones en las horas siguientes, procedente del Mar Caribe y ofrecer información a los navegantes que se dirigiesen rumbo al Océano Atlántico o el Golfo de México.
En realidad nunca antes había tenido lugar un hecho científico de tal naturaleza. Esa fue una sencilla nota elaborada en la tarde del día anterior con un carácter muy preliminar, sin embargo el hecho de haberse enviado a los periódicos para su publicación le confiere el carácter de ser el primer aviso publico de ciclón tropical en la historia de la meteorología y el primer ejercicio dirigido a pronosticar la trayectoria de un organismo de ese tipo. 
 El protagonista de este trascendental episodio fue el sacerdote Benito Viñes Martorell (Poboleda, 1837-La Habana, 1893), nacido en la región del Priorat, Cataluá, quien fuera enviado a Cuba por la Compañía de Jesús en 1870 para asumir la dirección del observatorio meteorológico del Real Colegio de Belén, situado en la calle Compostela entre Luz y Acosta, en la zona de la hoy conocida como La Habana Vieja.
Por años el Observatorio de Belén junto a la Estación de Meteorología de la Marina de Guerra de Cuba compartieron responsabilidades en los estudios de la climatología y en la divulgación de sus estudios. Luego de 1959 ambas entidades pasaron a ser organizadas por el Instituto de Meteorología

A partir de allí y hasta nuestros días, el pronostico del tiempo se fue perfeccionando con la ciencia y con ello su presencias en los medios de comunicación, al punto de convertirse en uno de los mas útiles servicios prestado por el periodismo universal.