Del guaposo y otras indolencias

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En Cuba desde hace rato se acabaron los guapos. Como también se acabaron en Yateras, según decía un estribillo musical. Aquellos que caminaban de lado. Perdonavidas. Jorocones profesionales. Con un colmillo de oro y muñeca suelta para cantar las cuarenta.

Tener fama de cheche entre los hampones era como haber estudiado una maestría. Era lo máximo. De allí para adelante, presidio por lo menos. Y eso se exhibía con orgullo de titulo universitario. Matachines de postín y chulampines salerosos de ingenio y farol. En Cuba esa raza se extinguió cuando la Revolución sindicalizó a Cheo Malanga y lo alfabetizó. Se salvo un género, pero murió una especie. No hay mal que por bien no venga.


Ser guapo antes de ahora era una forma de vida. Un estilo. El guaposo de entonces se las daba de varonil, moderno y seguro de sí mismo. Apasionado. Alegre. Aventurero. Responsable. Honesto. Y hasta podía ser trabajador

Se era guapo como quien era cartero o ingeniero. Una manera de sobrevivir en una sociedad sin alternativas. El guapo de ahora se diferencia al de antes en que este puede tener mayor nivel escolar, pero es más fachendoso. Es menos valentón, pero más petulante. 
 

En mis tiempos los guapos andaban con la camisa abierta para que se les viera los botones de oro en la camisetilla y el medallón en medio del pecho. Hoy algo anda mal. Se bajan los pantalones para que les vean la marca del calzoncillo. Una de dos cosas, o la moral anda revolcada o la desvergüenza se ha hecho profesión. 
 
El guaposo de entonces, el de la hoja atravesada en la cintura y el del escándalo cuando daba pollona en el domino tiene que extinguirse. Hay mucho refinamiento. Mucha distancia entre la chancleta de palo y las zapatillas. Hoy como ayer nadie se faja. El guapo de verdad, el guapo a todo, tampoco se fajaba, pero al menos tenía el prestigio de ripiarse en un cuarto de tierra. Para tener prestigio tenia que tener historia. O al menos leyenda. Como la de los reyes magos. En la que nadie creía. Ni los niños. Pero que todo el mundo hacia como que creía. Cuando a San Nicolás lo extraditaron de Cuba y los reyes de arabia encontraron petróleo en el desierto se acabaron las fabulas.

De común había guapos chéveres. Amigos de los amigos para lo que sea. Hasta para sacar la cara por los socios. Te parto en dos como una güira. si me vuelves a mirar atravesao. Y se iba dignamente. Para no desgraciarse. Porque el si que se conocía y hoy no quiere lio porque tiene que ir a ver a la vieja. Para el cubano ir a ver a la vieja es la garantía de un pudin en el refrigerador y una descarga. Porque estas como un espárrago y esa mujer tuya no sé qué se cree contigo. Celo maternal presente desde los tiempos en que íbamos a la escuela sin querer ir a la escuela

Otros guapos vivían del cartel. Nadie le había visto tirar un piñazo. Ni despeinarse siquiera. Pero estaban de guapos de turno en el barrio. Matando el tiempo. Estaba el guapo del bar. Con la victrola. Sirve otra copa, cantinero. Al estilo de Tejedor. Si no hubieran existido aquellas historias de tarros pegados muchos cantantes se hubieran muerto de hambre. 
 

El guapo de ahora ni camina de medio lado ni tiene socios pero vive de la vitrina. Una latica de cervezas a la puerta del bar. Para que lo vean. Para que sepan que es duro. Pero se pinta rayitos en el pelo y usa aretes. O short pan y chancletica mete dedo. Una figura así no puede ser seria. Ni inspira respeto. Antes el guapo hacia alarde de su machismo. Hoy alardea de su vulgaridad. 

Ahora incluyen como carnet de identidad los tatuajes. Calcomanías que utilizan la piel como pancarta. Arte kirch de galera. Ya quisiera ver a una de estas jovencitas con tatuajes en la rabadilla cuanto tengan 80 años.Yo les conté del caso de un amigo cuya madre tenia un tatuaje en una nalga y hubo necesidad de llevarla al medico para un reconocimiento. Figúrese usted. Después de eso el me dijo. Me desgraciaste con lo que publicaste. La vieja se vio retratada allí y se pegó una plancha caliente. Ahora no se puede sentar de ese lado. Suspiré aliviado porque creí que la mujer se había suicidado. No era para menos. Después de lo que salió en el periódico por la nalga de la vieja pasó todo el personal médico del hospital. Si no se suicidó fue porque no encontró a tiempo el veneno. Cualquiera lo hubiera hecho.

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